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PESE A LOS INSULTOS DE PIJOS, CANIS Y TAXISTAS TE VOY A CONTAR...

Las cosas que he aprendido moviéndome en bici por Madrid

Antes te insultaban o se reían de ti. Ahora desde el Ayuntamiento se quiere fomentar la bici y es el vehículo de moda entre los modernos. Así es ser ciclista urbano en la capital.

Ir en bici por Madrid no es peligroso Lino Escurís

Las Navidades tocan a su fin. Y como es menester desde que se estila eso de regalarnos cosas unos a otros, cuando pasen estas fechas tan señaladas habrá en los hogares de España muchas más bicicletas esperando a ser usadas.

No: no hablo de bicis de montaña o carretera, sino de las que están pensadas para el entorno urbano. Y en el fondo, cualquiera vale. Porque la bici, más que un deporte, es un medio de transporte. Una manera barata y rápida de moverse. Y un vehículo apto para cualquiera, por mucho que llevemos años escuchando eso de que “esto no es Holanda”. No, no lo es. Sobre todo por la mentalidad de muchos que se siguen empeñando en que no lo sea.

De entre las urbes españolas que destacan por su hostilidad hacia los ciclistas, Madrid se lleva la palma. No en vano, el que fue su alcalde durante años, José María Álvarez del Manzano, llegó a decir que Madrid no era, ni sería “jamás”, una ciudad para ciclistas.

A base de construir sólo infraestructuras para los coches, la gente acabó creyéndoselo. Más allá de fiestas como el Día de la Bicicleta, en el que el propio Manzano se hacía la foto antes de mandar a los ciclistas a su casa para recuperar la “normalidad”, la bici era para el fin de semana. Para ir con ella en el maletero del coche a la Sierra. O, como mucho, para dar un paseo por la Casa de Campo enfundado en lycra.

Los sucesores de Manzano continuaron por la misma vía. Ana Botella, eso sí, trajo la ansiada bici pública, BiciMad. Recuerdo pedalear junto a ella y un grupo de periodistas el día de la presentación: rodeada de asesores (o guardaespaldas, quién sabe) y haciendo eses, se atrevió a dar un paseo con una por Madrid, en un gesto digno de elogio con el que quiso dar ejemplo. Lástima que la gestión del servicio fuera de todo menos ejemplar, lo que llevó a BiciMad al borde de la quiebra y a su posterior rescate por la EMT.

Con la llegada de BiciMad las bicis empezaron a rodar por las calles. Y aunque la supuesta revolución ciclista de Carmena -que hizo de la bici un elemento clave en su campaña- está siendo decepcionante para muchos, el número de ciclistas no ha hecho más que crecer.

Invasores del asfalto

Las cosas eran distintas en 2007, cuando decidí empezar a usar la bicicleta para ir al trabajo tras un viaje a Berlín. Si con ese tiempo de mierda los alemanes iban en bici a todas partes, ¿cómo no íbamos a hacerlo en Madrid? Conseguí una plegable de segunda mano por un precio ridículo, y me dispuse a recorrer la distancia que separaba mi barrio de entonces, Prosperidad, con el centro.

Las reacciones fueron inmediatas. Muchos conductores me invitaron, no precisamente con cariño, a irme a la acera o pegarme a la derecha en lugar de circular por el centro del carril, como es obligatorio. Algunos compañeros de trabajo me llamaron Induráin, cuando no sugirieron que me había vuelto completamente loco. Y mi madre se preocupó por mi integridad física más allá de lo habitual. Tenía la sensación de ser de otro planeta.

Lo cierto es que si un extraterrestre se diera un paseo por esta ciudad, pensaría que hemos perdido la cabeza en lo que respecta a los coches. Los vehículos a motor pasan el 95% de su vida útil detenidos, a menudo ocupando un valioso espacio público. Su velocidad media en Madrid no supera los 18 km/h. Y la mitad de los trayectos en coche -con una media de ocupación de 1,3 personas- es de 3 km o menos. Incluso un 10% recorre en coche distancias inferiores a 500 metros. ¿Ridículo? Espera, que hay más.

Más que ridículas, alarmantes, son las cifras que da la OMS: cada año fallecen de forma prematura en España 21.000 personas por la contaminación ambiental, que en Madrid está causada en un 80% por los vehículos a motor. ¿Cómo? ¿Que los coches eléctricos son la solución? Hablemos entonces de los 11.000 atropellos anuales en España, de los cuales 10.000 tienen lugar en ciudad. O de los tediosos atascos. Sí: puede que haya quien prefiera ser atropellado por un flamante Tesla o perder su tiempo en un silencioso atasco formado por Smarts eléctricos. Personalmente, me da un poco igual.

Conviene dejar algo claro: los que abogamos por reducir drásticamente el número de vehículos a motor no somos “anticoches”, como nos llamó en su día una ínclita política madrileña. El coche es un invento maravilloso, pero no para la ciudad, donde la mayoría de los trayectos deberían hacerse a pie, en transporte público o en bicicleta. Las dos primeras son (afortunadamente) prácticas habituales en Madrid. Respecto a la tercera estamos a la altura del betún frente a las ciudades más avanzadas de Europa: desde Oslo hasta Berlín, Estocolmo, Londres o las siempre referenciadas Amsterdam o Copenhague.

Por cierto: todas esas ciudades tienen, a buen seguro, más coches de alta gama que Madrid. Pero amigos: en ningún lugar como éste los conductores de BMW, Audi o Mercedes - a los que cabría añadir el Seat León, coche cani por excelencia- son tan desconsiderados hacia el ciclista.

Hay excepciones, como ocurre con transportistas y los taxistas (los otros colectivos menos bike-friendly de la ciudad), pero el grado de incivismo al volante de los citados no conoce límites. Cabría pensar que es directamente proporcional al precio del coche en cuestión o, en el caso de los Seat León, a lo que se haya gastado su dueño en llantas y alerones.

Saludos a todos ellos. Y un recordatorio: ese palo que lleváis colgando a la izquierda del volante es el intermitente. Usadlo, que no se gasta.

Excusas vendo

Vayamos a lo práctico: para normalizar la bici en la ciudad y, por tanto que cunda el respeto hacia los ciclistas, necesitamos más bicis en las calles. Si preguntásemos a 10 conductores por qué no se subirían jamás a una en Madrid, la primera razón sería, probablemente, el tráfico. Es decir gente que va en coche pero se queja de que hay muchos coches. Ciudadanos que querrían usar la bici pero no lo hacen porque hay pocas bicis. Una pescadilla mordiéndose la cola hasta hacerse sangre.

¿Peligroso? Así lo muestran algunos telediarios, que no dudan en salpicar toda información relacionada con la bicicleta de un alarmismo nada disimulado, aderezado con imágenes de kamikazes en bicicleta saltándose semáforos ante la impotencia de los sufridos conductores. Malditos ciclistas, que se juegan su vida y ponen en peligro a los demás.

Una vez más, los datos no acompañan: en los últimos años, incluso con la llegada de BiciMad -que ha elevado el número de desplazamientos diarios en bicicleta hasta 80.000, según el Ayuntamiento- el número de víctimas ciclistas en la capital es ínfimo: sólo uno en 2016, la misma cifra que en 2017. Sí: una sola persona ya es demasiado: No: pedalear por Madrid no es peligroso. Al menos, no más que pasear y asumir el riesgo de que pueda caerte encima una maceta y reventarte el cráneo.

Juan Alberdi, uno de los miembros de En bici por Madrid, sabe de lo que habla. No en vano, sus conocidas viñetas de El Gato Peráltez, que explican con pedagogía y buen humor las claves para moverse en bici por la capital, son un 'must' para cualquier ciclista madrileño que se precie.

“La sensación de peligrosidad al ir en bici por Madrid no es más que eso: un imaginario colectivo que no se sostiene por ningún lado. Es curioso cómo vemos al volante de los coches a personas de cualquier edad y condición que no se plantean la peligrosidad de conducir un vehículo a motor”.

De nuevo, Juan acude a los datos. “En 2016 murieron 35 personas por accidentes de tráfico en Madrid. 15 peatones, 12 motoristas, siete conductores y un ciclista. A las personas que enseñamos a circular en bici por la ciudad siempre les preguntamos lo mismo: ¿Recuerdas la primera vez que manejaste un coche sin compañía? Un 90% responde que sintió miedo y que a los pocos días ese miedo desapareció. Con la bici sucede lo mismo”.

La cuesta de enero (y de febrero, y de marzo)

Otro de los argumentos clásicos a la hora de desechar la bici como alternativa de transporte para Madrid es que esta ciudad “tiene muchas cuestas”. La realidad es que no son para tanto. El ejemplo soy yo mismo: si un fumador con un estado físico tirando a deplorable puede hacerlo, tú también. Y si me apuras, existe ese otro invento prodigioso que son las bicicletas eléctricas, con las que podrás subir los más de 6 kilómetros de ligera pero constante pendiente del Paseo de la Castellana hasta la Plaza de Castilla fumándote un paquete de Fortuna, si quieres.

Por último, pero no menos importante: la bici te pone de buen humor hasta un extremo que ni imaginas. Sobre todo si lo comparas con el coche. No hay nada más frustrante que verse atrapado en un atasco de camino al trabajo y llegar como si ya llevaras varias horas de jornada intensiva aguantando a un jefe cretino. Si te desplazas en bici, por el contrario, ese rato te pertenece a ti y a las cosas en las que quieras pensar.

Ahorro, salud, respeto al medio ambiente… Si has llegado hasta el final de este extenso artículo, puede que pienses que todo lo anterior es proselitismo barato. Que estoy tratando de convencerte de que te animes a usar esa bici que te han regalado o aquella que tienes olvidada desde hace años en el trastero. Sólo te pido una cosa: pruébalo. Porque cuando lo hagas te ocurrirá, casi con total seguridad, lo mismo que a otros muchos: lamentarás no haberlo hecho antes. Y de paso, el resto te lo agradeceremos eternamente.

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