El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
“YO ERA SOLO ATREZO PARA ÉL. SOY PENOSA”
Hacerlo a través de un personaje insertado en una serie creada para ellos, con su propio lenguaje y con una sutileza que evita decirles qué está bien y qué está mal como si fuesen incapaces de discernirlo por sí mismos es una de las formas más directas y efectivas de hacerles llegar el mensaje claro y nítido: Eso no es amor, es una relación tóxica.
Un buen ejemplo reciente es el de la pareja formada por Emaline (Sydney Sweene) y Oliver (Elijah Stevenson) en Todo es una mierda (‘Everything Sucks!’), nueva serie adolescente ambientada en la década de los noventa, con su discman y su banda sonora de Oasis. Juntos dan una gran lección de lo que no debe de ser una relación a quienes están descubriendo ahora lo que supone el primer amor y cómo manejar todo ese torrente de emociones intensas que desbordan en la adolescencia.
En ningún momento se explica o alecciona. Son pequeños gestos, conversaciones y actitudes que se hacen notar. Tratar a quienes ven una serie como seres inteligentes es un punto a favor de los guionistas que firman el texto y un ejercicio que todos deberían practicar con asiduidad.
Así es como se hace en esta historia en la que en realidad Emaline y Oliver solo son secundarios. La trama principal es la de una chica, Kate (Peyton Kennedy) que intenta lidiar con el hecho de empezar a ser consciente de su homosexualidad y cómo maneja la situación en un ambiente hostil como es el instituto.
En ese entorno en el que todo el mundo es mirado con lupa y cualquiera es susceptible de ser criticado y machacado por el resto, Emaline es una adolescente que ha hecho de su capacidad para atraer a los demás su arma de poder. Según explica ella misma, provocar que los chicos la deseen es sinónimo de poder. Así puede manejarles a su antojo.
Cree que tiene el poder, pero es una marioneta
Sin embargo, no es consciente de que en realidad está a merced de su novio. El guaperas e intenso líder del grupo del teatro que la coge y deja a su antojo sin importarle ni sus sentimientos ni sus deseos. Gestos como su forma de pasear con ella por los pasillos, hacerle un simple movimiento de cabeza para ordenarla bajar de una mesa (y que ella obedezca), dejarla delante de todos, rechazarla cuando le busca y desaparecer sin avisar son una muestra de ello.
Ella, supuestamente enamorada sin remedio, traga con todo sin rechistar. Pero eso no es amor, es dependencia. Es una relación tóxica en la que nadie debería implicarse y, mucho menos, un adolescente. El personaje de Emaline está perdido, no sabe quién es aún. Cambia de vestuario continuamente por esa misma razón. “Tu aspecto le dice al mundo quién eres y lo que quieres. Y lo que yo quiero es que se pongan palotes. Poner cachondos a los chicos como señal de poder”, le llega a decir a la protagonista de Everything Sucks!, que se está buscando a sí misma.
En el fondo, lo que anhela, lo que envidia de Kate y lo que en realidad debería ser la aspiración de cualquier persona –sea esta chico, chica, niño, adolescente, adulto o anciano– es existir sin más. “No tienes que ser nada para nadie”. Lo dice ella misma, pero en realidad no se lo aplica. Su testimonio es revelador y duro, pero realista y trascendental.
“Yo siempre he sido solo la novia de Oliver. La pirada. Ahora que él no está, ¿qué hago yo aquí? Me gusta que me presten atención. Pero en el fondo creo que solo quería su atención. (…) Yo era solo atrezo para él. Soy penosa”. Es dura consigo misma, pero tiene razón, hasta ese momento su personaje se ha definido a sí mismo con ‘la novia de’. Pero de pronto, sin la losa que suponía su relación con Oliver se siente liberada.
Ha llegado la hora de ser ella misma. Es un punto de inflexión en su vida. Sin embargo, hay un problema, Emaline no sabe ser ella misma y tiene todas las papeletas para volver a tropezar con la misma piedra. Pasa de ser la novia de Oliver a la de Kate y entre medias comienza a llevar vaqueros (prenda que antes detestaba y por la que criticaba a su ahora pareja) y se hace un piercing en la nariz (porque alguien, Kate, lleva uno).
Todo apunta a que sigue sin encontrarse, que intenta agradar y continúa definiéndose por quien está a su lado. El día que deja de ser ‘la novia de’ y empieza a ser ella misma dura demasiado poco. Aunque darse cuenta del problema es un paso. Para ella y para los adolescentes que la ven intentando definirse en su errático camino hacia la madurez.