El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
¿Por qué solo son funcionales los bolsillos de los hombres?
Si eres hombre, quizás te hayas visto en más de una ocasión guardando la cartera de tu acompañante en uno de tus bolsillos. Podemos pensar que su ausencia se debe a una función meramente estética. ¿Pero por qué solo atañe a la ropa de mujer?
Para tratar de entender el misterio de los bolsillos, hay que remontarse a la Edad Media. Entre hambrunas, la peste negra, y otra serie de catastróficas desdichas que padecieron nuestros antepasados de la época, tanto hombres como mujeres paseaban por la vida con ‘bolsos’ atados a la cintura o colgados de cinturones. Si buscamos la equivalencia en nuestro tiempo, podríamos decir que eran algo así como una riñonera.
Sin embargo, pronto tuvieron que buscar formas más creativas donde llevar sus posesiones; transportar una bolsa tintineante con monedas no era demasiado desalentador para los ladrones de un período donde solía abundar la necesidad. Así que los bolsillos pasaron a ocultarse bajo las capas de ropa: las chaquetas de los hombres y las enaguas de las mujeres se equiparon entonces de pequeñas aberturas que permitían acceder a los bolsillos escondidos.
En un momento dado de finales del siglo XVII, pasaron a formar parte de la ropa, pero solo en los hombres; los bolsillos cosidos a chaquetas, pantalones y abrigos se incorporaron como un recurso más, mientras las mujeres continuaban atando los suyos bajo sus enaguas con ingenio.
Estos compartimentos, grandes, pesados y cuidadosamente decorados, se balanceaban desde la cintura hasta la altura de la rodilla. Contenían multitud de objetos personales: llaves, monedas, accesorios de moda como abanicos o espejos.
La llegada de la Revolución Francesa, y la entrada en la Modernidad, lo cambió todo. La ropa abultada dejó de ser tendencia y pasó a formar parte de una época pasada que era mejor dejar atrás. Las faldas abandonaron su voluminosidad para recaer sobre la forma del cuerpo; ya no tenían cabida esos bolsillos grandes incorporados. Pero por supuesto, las mujeres aún necesitaban llevar sus cosas consigo.
Y nacieron los bolsos en su concepción moderna, origen de los que usamos hoy. En este período eran unas bolsas diminutas, a modo de monederos, que siempre estaban muy decoradas y se llevaban habitualmente atadas a la cintura. Además, se convirtieron en un símbolo de estatus: como no eran suficientemente amplias como para llevar dinero, las mujeres de clases acomodadas solían dejarlo a cargo de sus maridos.
“Las frustraciones y limitaciones de las mujeres con el dinero y la propiedad y se reflejaron claramente en el alcance restringido de sus bolsillos”, ha escrito la historiadora de la moda Barbara Burman, en su libro ‘Pockets of History: The Secret Life of an Everyday Object’.
Además de aportar la posibilidad de llevar dinero, los bolsillos también cumplían (y cumplen) la función de guardar posesiones privadas, y en ocasiones, muy personales. Estos compartimentos ofrecían un grado de privacidad que era inusual en una época en la que “la gente solía compartir dormitorios y muebles en el hogar, así que el bolsillo era a veces el único lugar privado y seguro para los pequeños objetos personales”, cuentan en el museo londinense Victoria and Albert, donde recogen parte de su historia.
Así que, mientras los hombres tenían bolsillos para guardar cosas, lo que marcaba su autoridad y su propiedad, las mujeres los llevaban como decoración. Y mientras que la ropa de ellos ha ido ganando en funcionalidad, la de ellas ha ido diseñándose para aumentar la belleza.
Está claro que los bolsillos, o la falta de ellos, refuerzan los estereotipos de género. En el caso de los varones, han subrayado su libertad y su derecho a la propiedad privada. En las mujeres, han respondido al mandato social de resultar agradable a los demás, algo en lo que se basa la construcción identitaria de este género.
A lo largo del tiempo, los bolsillos se han incorporado en la vestimenta femenina con ciertas dificultades. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres se incorporaron a las fábricas. Básicamente había que cubrir los puestos que habían dejado los hombres tras marcharse al frente. En ese momento, se promovió que llevaran pantalones y ropa más funcional.
Pero tras la guerra, los hombre volvieron a ocupar sus trabajos y el ideal femenino se invirtió de nuevo: los esposos habían vuelto y necesitaban que su comida estuviera lista al llegar a casa. En consecuencia, las mujeres volvieron al ámbito doméstico, y esto se vió reflejado en su ropa, y en sus bolsillos.
Y sí, hoy tenemos; con suerte hasta encuentras una falda con un par de ellos. Pero en la mayoría de las ocasiones, no son funcionales o incluso son fake: parece que hay, pero solo es una costura. Así que aunque bajes a comprar el pan, es probable que tengas que cargar un bolso donde meter las llaves y la cartera.
La ausencia de bolsillos ‘reales’ es una herencia más con la que se continúan perpetuando los roles de género. Porque al final, la cuestión de los bolsillos, es una cuestión política.