MUCHO CUIDADO
Un informe de la Asociación Estadounidense de Psicología establece una relación directa entre el uso intensivo de vídeos cortos en plataformas como TikTok, Instagram o YouTube y un deterioro significativo de la función cognitiva. El análisis, basado en casi 100.000 participantes, advierte de efectos negativos que afectan a todas las franjas de edad.
El consumo masivo de vídeos cortos en redes sociales podría estar afectando de manera directa a la salud cognitiva de millones de usuarios. Así lo señala un nuevo estudio publicado por la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), que ha analizado datos procedentes de 98.299 participantes recogidos en 71 investigaciones independientes. El objetivo era examinar el impacto de formatos como TikTok, Instagram Reels o YouTube Shorts, hoy plenamente integrados en el ecosistema digital.
A diferencia de trabajos anteriores centrados casi exclusivamente en TikTok, este informe amplía el foco hacia todos los servicios que emplean vídeos breves, un formato que se ha convertido en estándar en las principales plataformas. El estudio evalúa los patrones de uso y los relaciona con diversos indicadores de salud mental y capacidades cognitivas, comparando además los efectos entre jóvenes y adultos.
Entre las conclusiones más llamativas destaca la asociación entre un consumo elevado de este tipo de contenido y un descenso en el control atencional y la capacidad de inhibición. Tanto usuarios jóvenes como adultos que dedicaban más tiempo a los vídeos cortos mostraban peores resultados en tareas que requieren concentración sostenida.
Los investigadores explican estas tendencias a partir de la teoría de habituación y sensibilización formulada en los años setenta por Groves y Thompson. Según este marco, la exposición constante a estímulos rápidos y altamente llamativos puede desensibilizar el cerebro ante actividades más lentas, como la lectura o la resolución de problemas, mientras que la recompensa inmediata que ofrecen los algoritmos fomenta un uso más impulsivo.
El informe también vincula este patrón de consumo con problemas como aislamiento social, menor satisfacción vital, peor calidad del sueño, aumento de la ansiedad y sentimientos de soledad. Los autores subrayan que será necesario seguir investigando para entender con más precisión cómo este tipo de contenido afecta a la autoestima y la percepción corporal.
Además, el equipo desarrolló una nueva escala de evaluación para medir la adicción a los vídeos cortos, una herramienta destinada a facilitar estudios futuros sobre dependencia digital. El informe concluye que, dada la omnipresencia de estos formatos, comprender su impacto sobre la cognición y el comportamiento es un reto urgente para la comunidad científica.