@BECARIA_
Becaria escribe sobre el presidente de los Activistas Taurófilos Asturianos y su reciente vídeo viral argumentando de la forma más extraña que los toros no sufren.
Al igual que en los Juegos Olímpicos siempre ha habido un muñeco o mascota, el mundo taurino de Gijón, que este mes de agosto ha vuelto a los ruedos después de un año de abolición, tiene un personaje que se ha hecho popular a nivel nacional por sus declaraciones en defensa de la tauromaquia y que ahora es el hazmerreír de hasta sus propios compañeros de afición infame para el regocijo de cuatro carcamales.
Fernando Fernández Guerra, como así se llama el susodicho friki taurino que acaricia los 70 años de edad, que además es presidente de los Activistas Taurófilos Asturianos, argumenta la famosa afirmación de que "el toro no sufre" con la siguiente divagación: «La sangre no es síntoma necesitario de dolor, ni de un dolor definitivo, a veces sangramos por la nariz y causa mucho menos dolor que una fractura de húmero que no tiene sangre. Luego, ustedes no se pueden equivocar, ni nadie, confundiendo la secreción de hemoglobina, que es un componente de rojo de la sangre, con el dolor […]. Derramar sangre no significa necesariamente equiparar con el dolor». Ningún colega de su comuna medieval taurófila ha salido en su defensa. Se sospecha que ya lo tendrán catalogado en sus agendas en la categoría "como las maracas de Machín".
Los toros, que fueron vetados por un breve lapso de tiempo por el anterior gobierno municipal del PSOE en esta localidad, volver a su plaza ruinosa ha sido la primera medida tomada por el nuevo consistorio tras las elecciones de mayo, liderado por Foro, PP y Vox, más conocido como el “tripartito facha de Gijón”. El portavoz taurófilo, bastante irascible con los rojos, ocupó el puesto número once en la lista electoral de Vox a este ayuntamiento. También se sospecha que sufra algún tipo de alergia a los mariscos y de ahí su carácter, que le lleve a pagar sus frustraciones alimentarias con la gente de izquierdas que come cangrejos, mejillones y, en general, otros bichos del mar: «No entendemos cómo pueden estar en contra de los toros cuando escaldan centollos o comen angula o maltratan a sus perroflautas haciéndoles fumar marihuana y tratando peor a sus propios animales. Los toros no sufren como puede sufrir una violada por cuestiones de honor, de dignidad, es decir, solamente conocen el daño físico. Ese daño físico no ha sido jamás demostrado en términos científicos». Fernando se ha convertido en un meme con cuernos del que nadie, independientemente de sus ideas políticas y morales, ha podido evitar partirse el culo.
La vuelta a la tauromaquia como en el medievo, que el primer día de vuelta medio llenó la plaza a duras penas y gracias que la mayoría de entradas debían de ser invitaciones, ha llevado pareja la manifestación antitaurina, como no podía ser de otra manera. Los medios locales han publicado que la asistencia ascendía a 1.500 personas con pancartas como "Sra. Moriyón (la alcaldesa), ¿duerme usted tranquila? ¿Qué se siente con lasmanos manchadas de sangre?", pero a vista de pájaro, parecía una suma hecha a la baja. Lo que, aun así, ha sumado más que la asistencia a la Feria Taurina de Begoña en surecinto en ruinas durante toda la semana donde han asistido grandes cornúpetas emocionales de renombre como El July o Morante, que sí lo han petado más que otros nombres de medio pelo con asistentes como los exiliados políticos Espinosa de los Monteros del casi extinto Vox o Esperanza Aguirre, la que destapó la trama Gürtel del PP. En este festival de la agresión, del maltrato al toro, de la sangre, del dolor y de vanagloriarse por cortar orejas y rabos (¿cómo no habrán probado a cortarse los suyos propios?), no han faltado en el palco niños llevados por sus padres y abuelos, los mismos que llevan años llorando por las charlas de educación sexual y contra la violencia de género en los colegios e institutos, lo que ellos llaman “adoctrinamiento” e “ideología de género”, pero luego sientan a sus descendientes a ver el trato violento hacia un toro inocente criado para el maltrato y asesinato por entretenimiento, como si siguiéramos viviendo en la época de lanzar gallinas desde los campanarios.
Un detalle risorio a destacar de este circo sanguinolento del medievo es el mercadillo ambulante que montan en los exteriores de las plazas de toros con fachalecos para adultos y niños, boinas, sombreros, paraguas, pulseras con la bandera de España, llaveros con motivos taurinos y más colores de la bandera española como símbolo de la exaltación nacional, creatividades "made in China" que recuerdan a los mercadillos cuando se celebran los festivales aéreos con aviones de guerra y otras glorias fachapobres utilizados por el ejército. El espíritu es el mismo; tremparse con la españolidad con símbolos de violencia, sangre y guerra.
"El taurino me importa un pepino", diría Carmen de Mairena si viese este espectáculo en pleno 2023. Aunque, afortunadamente, a la tauromaquia le queda un suspiro o media exhalación; sus aficionados reales son señores con una edad media de 78 años, entre los que el taurófilo Fernando Fernández Guerra es de los más jóvenes. La sociedad con dos dedos de frente se seguirá manifestando frente a esta masacre con señores disfrazados con capotes de Superman y mallas brillantes comprimiendo sus testículos que, a veces, corren la buena o mala suerte de ser perforados con la punta de un cuerno. El presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, se ha posicionado contra las corridas, las de los toros: «¿Cómo nadie me puede decir, le gusten o no las corridas, que ese toro no está sufriendo? ¿Cómo nadie se puede atrever a decir que ahí no hay maltrato animal, que el toro no sufre?», ha comentado en su perfil de Facebook, pero ahora solamente falta que se lleve el alegato a la Junta General de Principado de Asturias. Como también ha respondido la alcaldesa de la aldea de Gijón, Carmen Moriyón, que roza la senectud ideológica y espiritual: «Dejará de haber feria taurina cuando no haya afición». Aunque la afición antitaurina no son dos comeflores veganos que sólo comen lechuga, hacen yoga, pintan piedras y respiran hondo, como intentan vender por otros bandos, sino la mayoría de la sociedad; la realidad está ahí adentro, con las gradas de las plazas de toros medio vacías.