El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
"Encontré mi Thermomix a la venta en Wallapop a precio de ganga"
Antes de que llegara Airbnb ya había quién alquilaba su casa en vacaciones. Lo que llegó a denominarse sin ser “economía colaborativa” se ha ido confirmando como capitalismo puro y duro cuando se ha demostrado que casi toda la oferta inmobiliaria en dicha plataforma en las principales ciudades está copada por empresas, y los particulares que quieren sacar rendimiento a su vivienda habitual son una minoría en este tipo de apps.
“Llevo más de 10 años yéndome de vacaciones gratis, porque mi casa está en una zona muy turística de Madrid”, explica José Luis, que, con un piso de apenas 60 metros en La Latina, reconoce que puede ingresar casi 3.000 euros al año, alquilándolo a desconocidos recomendados por amigos.
“El objetivo no es forrarse, sino que lo que sacas dejando tu casa los meses de vacaciones compense los gastos que tienes fuera. Si pasas 15 días en la casa de tus padres en la playa, 15 días en el pueblo, y un mes pagando un hotel en la playa, con casi 3.000 euros tienes suficiente para que (casi) te esté saliendo lo comido por lo servido”, comenta José Luis, que lleva más de una década disfrutando de esas “vacaciones pagadas”.
La opción no siempre pasa por pedir dinero al visitante. Hay inquilinos de lugares a los que compensa más dejarles tu casa como intercambio. “Así he viajado a Tokio y a Los Ángeles, en ambos casos ni pagaron ellos ni pagué yo. Nos intercambiamos las llaves, pero yo salí ganando porque claramente fui a casas más grandes y en zonas más caras que la mía”.
Nunca sabes quien es realmente quien viene a tu casa. “Yo no anuncio mi piso en ninguna web, solo uso el boca a boca, entre todos mis amigos, o con inquilinos anteriores. Pero la única referencia que tengo de quien viene a mi casa es que son buenas personas, pero eso no es decir mucho cuando te lo dice un conocido de un conocido de otro conocido, que puede que ni les conozca realmente”.
La falta de seguridad
Desde hace más de 10 años José Luis no ha faltado un solo año a alquilar o intercambiar su casa, y varios veranos a más de un inquilino (uno en julio y otro en agosto). Así, alrededor de 20 familias desconocidas han pasado por su casa.
Pero cuando la casa que alquilas es, de verdad, tu vivienda habitual, donde tienes todas tus cosas y donde cualquiera puede tener acceso a los rincones más privados de tu intimidad, el precio que un inquilino paga puede ser poco para lo que simbolizan tus llaves.
“Si lo piensas fríamente, por unos 1.500 euros les estás dando a un desconocido la llave de toda tu casa. Con tus cosas. Y no puedes andar de mudanza y desplazar todo lo que crees sensible cada verano: los papeles, el ordenador… o te fías o no te fías”, explica José Luis.
La peor experiencia que ha tenido José Luis durante este tiempo fue hace dos años. Cuando pilló a su inquilino vendiendo sus cosas por Wallapop. “Encontré mi Thermomix a la venta, a un precio muy bajo para venderla cuanto antes. La reconocí porque en la foto se veía claramente la encimera de mi cocina, y tenía una pegatina en un lateral que le puso mi hijo, cualquiera se daría cuenta”.
José Luis accedió al perfil de Wallapop de su inquilino y vio que se había creado justo el día que llegó a su casa, y que había puesto en venta todo lo que encontró de valor en casa. “Lo primero que pensé fue llamarle por teléfono y pedirle explicaciones, pero me di cuenta que estando él en mi casa y yo tan lejos (en Italia), no era muy inteligente crear una situación de tensión y ponerle en evidencia, así que llamé a la policía”. Y no fue fácil, intenta marcar el 091 en Roma a ver si logras dar con la Policía española.
El problema es que técnicamente el inquilino no es un ladrón. Es alguien con quien se ha establecido un acuerdo verbal para permanecer en tu casa. Y los acuerdos verbales tienen la misma validez que los escritos. En una situación así, la policía no puede actuar de una forma clara.
José Luis tuvo que delegar la llamada telefónica a un amigo, que llamó varias veces porque la respuesta que obtenía no le daba una solución, en ningún caso le ofrecieron desplazarse a su casa, sino que le pedían que interpusiera una denuncia y llevara a su inquilino a juicio por robo, en función de las cosas que haya vendido. Pero, encima, siendo un amigo el que llamaba desde Madrid (haciendo de intermediario con la policía) todo se volvía más loco.
“La policía nos dijo que si fuera el propio inquilino quien estaba sacando las cosas de casa, y en este preciso momento, entonces la policía si podría actuar. Pero si simplemente el inquilino ha subido fotos de mis cosas a una app para venderlas, era yo quien tenía que hablar con él y solucionarlo, porque no es ilegal que un tercero suba a una app fotos de cosas otro. No había tampoco suplantación de identidad, porque el perfil del vendedor en ningún momento decía que fuera yo”, explica José Luis.
José Luis alertó a Wallapop, que bloqueó la cuenta del inquilino, y pidió a su amigo que se acercara por su casa para hablar con él. La situación era tensa. El inquilino lo negó y se aferró a que no iba a irse porque además había pagado por adelantado. “Yo estuve rastreando las apps de segunda mano las dos semanas que faltaban para que se fuera, y cuando regresé a casa vi que había vendido la Thermomix o la consola, así es la vida…”
En estos más de 10 años, José Luis solo ha tenido que llamar a la policía aquella vez. Sin embargo una de las sensaciones más desagradables cuando dejas tu casa a inquilinos, después de que te roben, es descubrir que han husmeado en todas tus cosas.
“Encontrar tu ropa cambiada de sitio, incluso algo arrugada y con el olor de un desconocido. La sensación de que algunos inquilinos husmean en tu intimidad es continua y me parece increíble, porque precisamente cuando yo voy a la casa de otros me comporto con el máximo de los respetos, uso la casa para dormir, ducharme y descansar, pero supongo que algunos también disfrutan haciendo turismo en el armario de otros, no lo sé, y no le quiero dar muchas vueltas. En esto: o confías o no confías, y lo que te pueda pasar siempre es una aventura”.