El misterio del fantasma del Monasterio de la Orden De los Descalzos de Cuenca

Corría el año 1767, y el rey Carlos III acababa de decretar la expulsión de la Compañía de Jesús del país.

La ciudad de Cuenca no fue una excepción, y los jesuitas fueron expulsados de su vivienda habitual: el edificio frente a la iglesia de las Angustias, que posteriormente fue sede de la Orden de los Descalzos. El templo se tapió y sus moradores se marcharon de la ciudad de las casas colgadas sin oponer resistencia.

Con el paso de los días comenzaron a escucharse procedentes del templo multitud de ruidos extraños: el órgano tocaba solo, las campanas repicaban igual, se oían pasos e incluso había quien afirmaba haber escuchado desgarradores voces solicitando auxilio.

Pronto el miedo se apoderó de los vecinos y nadie se atrevía a acercarse al lugar.

Así estaban las cosas, con multitud de leyendas y teorías surgiendo alrededor de los famosos ruidos, cuando alguien por fin dio la orden de destapiar el monasterio. Y lo que encontraron no fue un fantasma, ¡sino a un jesuita de carne y hueso que por algún motivo se había quedado dentro cuando tapiaron el lugar!

Este hombre contó a las autoridades que se había quedado encerrado y que había tratado de pedir auxilio tocando el órgano, las campanas, haciendo ruidos, a voces…y que había logrado sobrevivir gracias a un huerto que había plantado en el interior.

Pues bien, el pobre hombre acabó siendo castigado ( no sabemos con qué pena) ¡por aterrorizar a la población!.