El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
¿Es compatible una cosa con la otra?
“Las mujeres eligen con quién se acuestan, pero los hombres deciden con quién y cuándo se casan”, me dijo una vez un amigo dejándome sin habla.
Yo tenía veintipocos y lo cierto es que no creí que llevara razón. Sin embargo, el paso de los años me ha hecho plantearme esta cuestión. De mis amigas más cercanas, la gran mayoría están casadas. Todas ellas lucen en sus manos el anillo de casadas y el de compromiso. Sí, queridos y queridas.
Tras varios años de relación, sus ahora maridos decidieron que ya era hora de pasar por el altar y les pidieron matrimonio como manda la tradición (y menuda tradición, apostillo yo). Se las llevaron de viaje y/o de cena, hincaron rodilla y les propusieron ser felices y comer perdices con una joya que muchos habían adquirido siguiendo el consejo de las amigas más cercanas de su futura mujer. Entre ellas me encontraba yo, claro está.
Todas mis amigas habían dejado caer en algún momento de sus noviazgos que no se casarían sin un anillo de por medio. Unas lo habían dicho de manera divertida (pero ahí quedaba) y otras pronunciaban esas palabras como si fuese inconcebible casarse con un hombre que no hubiese pasado antes por la joyería. Lo expresaban en voz alta tanto delante de sus novios como detrás.
Vaya, que ellos ya sabían lo que había. Y ahora es cuando muchos y muchas de vosotros, me diréis que qué tiene que ver el feminismo con la compra de un anillo. Pues para mí mucho y os voy a explicar el por qué.
No conozco a ninguna chica que haya decidido cuándo casarse. Todas y cada una de las mujeres casadas que rodean pronunciaron el ‘sí, quiero’ una vez que sus novios les dieron EL ANILLO. Ni un minuto antes. ¿Es esto grave? A mí me lo parece.
Y es que mi amigo, por desgracia, llevaba razón. La gran mayoría de las mujeres utilizan, creo yo, lo del anillo de compromiso como una manera de dejar que sus parejas sientan que son los hombres de la relación. Nunca mejor dicho. A menudo veo a chicas que dejan caer frases delante de sus novios como “a mí me gustaría casarme”, “cuando tengamos hijos”… Es como ir echando lentamente monedas a una máquina tragaperras para que al final salga el premio gordo.
Siempre he pensado que si quieres casarte con tu novio y crees que ha llegado el momento, lo coges, lo sientas y le dices que esto es lo que hay. Pero claro, ¿qué pasa si te dice que no? Sinceramente creo que las mujeres, por muy sólida que sea la relación que tienen con sus parejas, tienen un miedo atroz a decir claramente que se quieren casar.
Lo dejan caer, infinidad de veces, pero dejan que sea él el que dé el paso. Luego tú ya decidirás la fecha, las flores, el banquete, la iglesia, el juzgado… Pero que parezca que la idea ha sido suya.
“A mí me parece que el hecho de no casarte hasta que tu novio te da un anillo es mercantilizar con el amor”, dije un día delante de todas mis amigas, tanto solteras como casadas.
“Eso es una tontería. Es un detalle que te dan y punto. Como si tú a él después le compras un reloj”, me contestó mi amiga Carlota totalmente indignada. “Pues habérselo comprado tú antes y haberle pedido matrimonio”, le rebatí. “Bueno, es que las cosas no funcionan así”, me respondió visiblemente enfadada.
Almudena estudió Administración y Dirección de Empresas, cursó un máster en uno de los grandes despachos de abogados internacionales de derecho empresarial y vivió sola pagando sus facturas hasta que conoció a Carlos y le pidió matrimonio después de que ella le lanzase indirectas durante más de dos año y medio en los que, atentos ahí, no vivían juntos por las fuertes convicciones religiosas de los padres de él.
Dejando a un lado el drama católica familiar de su ahora esposo, Carlota ha demostrado ser independiente para todo, menos para el matrimonio. ¿El motivo? Como ella bien me dijo: “Bueno, es que las cosas no funcionan así”. “¿Y por qué no?”, me pregunto yo.
Siempre me imagino el inmenso poder que debe sentir un hombre sabiendo que está a salvo de que le pidan matrimonio. Puede que escuche a su novia ilusionarse con las bodas de sus amigas, puede que la vea hojear (como que no quiere la cosa) revistas de moda nupcial y puede que hasta le preste atención cuando esta le enseñe en Instagram el anillo de compromiso de Kim Kardashian. Sin embargo, él sabe que solo dará el paso el día que esté realmente preparado y quiera hacerlo.
Por eso yo me pregunto, ¿es compatible ser y considerarse feminista y esperar a que tu novio te pida matrimonio con un anillo que brilla más que su ilusión por pasar el resto de su vida a tu lado? Seguramente sí.
De hecho, una amiga que vive en Luxemburgo y que considero que es el sumun del feminismo me dijo: “No tiene nada que ver una cosa con la otra. Yo puedo ser muy independiente y segura de mí misma, pero querer que mi novio me ponga un anillo en el dedo para pedirme matrimonio”. Touché. “Ahora bien”, le dije, “¿no será que el problema es que esperamos a que nos pidan matrimonio y el anillo es solo la excusa?”. Ahí lo dejo.
P.D: Y sí, después de escribir este artículo el próximo fin de semana estaré cubata en mano en cualquier bar de mala muerte cantando a voz en grito el último éxito de Jennifer López, “Y el anillo pa’ cuándo”. La vida.