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EL DÍA DE LA BICICLETA NACIÓ DE UN VIAJE DEL PADRE DEL LSD
Hoy se celebra el Día Mundial de la Bicicleta. Su relación con la psicodélica droga inventada por Albert Hofmann -el LSD- es uno de los capítulos más delirantes de la historia.
Hoy es un día de fiesta para todos los amantes de la bicicleta. A lo largo y ancho del mundo, ciclistas de toda clase y condición celebran una jornada en la que se ensalzan las numerosas ventajas de pedalear: salud, respeto al medio ambiente y ahorro para el bolsillo.
Sin embargo, muchos de los que hoy se subirán a una bici ignoran el origen de una conmemoración tan singular como la de este 19 de abril, Día de la Bicicleta o Día Mundial de la Bicicleta. Y es que para ello toca echar la vista atrás en el tiempo. Concretamente, hasta 1943.
Aquel lunes, el químico e intelectual suizo Albert Hofmann (1906-2008), conocido como el padre del LSD (dietilamida de ácido lisérgico), realizó en sus propias carnes un experimento para probar los efectos de la droga. Tan sólo tres días antes, y a causa de un contacto accidental con los dedos, había conocido de primera mano sus efectos.
Pero aquel día la cosa iba mucho más en serio. Aunque aún no conocía con exactitud lo que podía suponer su consumo, el científico estaba convencido de sus posibles beneficios médicos. Había que probarlo a lo grande.
Hofmann ingirió 0,25 miligramos de LSD, o lo que es lo mismo, 250 microgramos. Una cantidad más que suficiente para tumbar al más inconsciente de los hippies que, apenas dos décadas después, encontrarían en el ácido una de las más poderosas vías de escape y expansión sensorial.
Y es que hoy en día se sabe que la dosis efectiva está fijada en sólo 20 microgramos, algo que Hofmann consideraba insuficiente. No en vano, la potencia de aquella sustancia era muy superior a la de casi cualquier otra conocida en la época.
Poseído por el demonio y en bicicleta
Los efectos tardaron un rato en aparecer, pero cuando lo hicieron fueron demoledores. Hofmann comenzó a sentirse extraño, y pidió a su ayudante que lo acompañase a casa. Al estar prohibido el tráfico motorizado a causa de la II Guerra Mundial, aquel viaje tuvo lugar en bicicleta.
Fue, efectivamente, un auténtico 'viaje'. A mitad de camino, el científico comenzó a alucinar, y todo un inquietante y psicodélico mundo se abrió ante sus ojos: aunque avanzaba a gran velocidad, tenía la sensación de permanecer inmóvil. La ciudad se mostraba distorsionada, como reflejada en un espejo cóncavo. Sencillamente, las calles de la vieja Basilea no eran las mismas.
Al llegar a casa, todo empeoró: confundió a su vecina con una peligrosa bruja, a la que pidió leche para tratar de frenar a toda costa los efectos de la droga. Preso del pánico, creyó que los muebles se abalanzaban sobre él, y se convenció a sí mismo de haber sido poseído por el demonio.
El médico no tardó en llegar. Pero, sorprendido, no encontró en Hofmann síntoma alguno, más allá de unas pupilas dilatadas como nunca había visto antes. Pensó que había enloquecido, y le recomendó descansar.
Fue ahí, en la cama, cuando pasadas unas horas y más relajado empezó a notar cómo el mal viaje comenzaba a atenuarse, dando lugar a una serie de efectos más agradables que describiría posteriormente en sus diarios:
"Comencé a disfrutar de una sucesión de colores y formas sin precedentes, aun con mis ojos cerrados. Fantásticas imágenes caleidoscópicas surgían en mí, alternantes, variadas, se abrían y cerraban en círculos y espirales, y explotaban como fuentes de color"
Al día siguiente, Hofmann despertó lúcido, aunque algo agotado. Disfrutó de su desayuno que saboreó como nunca antes y se sintió un hombre nuevo: acababa de experimentar en su cuerpo los efectos de una droga en la que tenía depositadas grandes esperanzas.
Pasarían 19 años hasta que el Congreso de EEUU, donde había sido introducida en 1949, la declarase ilegal. Y 22 años años más hasta que el Convenio de Viena de 1971 la clasificase como un peligroso psicotrópico.
Desde 1985, cuando otro científico -el estadounidense Thomas B. Roberts- quiso rendir homenaje al lisérgico viaje de Hofmann, cada 19 de abril se celebra el Día Mundial de la Bicicleta. Una fecha para disfrutar de las virtudes del pedaleo. Y de paso, para recordar que, en bici, la vida se ve de otro color.