El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
8 DE MARZO
La discusión llegó a uno de esos momentos álgidos que, a menudo, se convierten en puntos de no retorno. “Yo no soy ni machista ni feminista”, dijo mi amigo Pedro, airado. “Pero vamos a ver”, contestó Dani, otro amigo, “¿No te das cuenta de que el feminismo lo que busca es la igualdad entre hombres y mujeres?”. Pedro refunfuñó: “Eso será en teoría: en la práctica el feminismo lo que hacen es despreciar al hombre”. “¿Pero cuántas personas feministas conoces que hagan eso? ¡Yo soy feminista y no desprecio a nadie!”, respondió Dani con ironía.
Acabáramos: un hombre feminista. Un aliado, como a menudo se los llama desde el feminismo. O un ‘planchabragas’, como se los denomina con desprecio desde los foros más rancios del machismo ibérico. Una figura, en cualquier caso, clave para el crecimiento del movimiento feminista. Y un perfil cada vez más habitual en todas las capas de la sociedad.
“Soy feminista porque soy una persona normal”, explica Cristóbal, de 37 años. “Hay que tener serios problemas de identidad y autoestima para ser hombre y no ser feminista. Ser mujer y no ser feminista ya es del género idiota”, asegura. “De hecho, me gusta pensar que feministas somos la mayoría, aunque la mayoría no lo sepa”.
Lejos de rechazarlo, Cristóbal reivindica el prototipo de “hombre blandengue” que criticaba el Fary en una famosa entrevista. “Yo soy ese hombre blandengue que empuja el carrito y carga con las bolsas de la compra, limpia pañales y hace la comida. Soy un orgulloso hombre blandengue porque mis dos hijos saben que papá no ayuda a mamá en casa: sólo hace lo que toca”.
David, de 40 años, hace un apunte sobre el término y sus implicaciones. “Más que definirme a mí mismo como feminista, intento serlo. Porque creo en la igualdad entre hombres y mujeres. Bueno, no es que lo crea: es que es evidente que somos iguales”.
En opinión de David, “los hombres también nos tenemos que dar cuenta de que existe una cosa que se llama patriarcado que no hace más que respaldar los privilegios de unas personas sobre otras”. Unos privilegios que se traducen en una serie de comportamientos machistas que él mismo reconoce. “Todos tenemos esos tics. Y en eso estamos: en intentar darnos cuenta y erradicarlos”.
“Nuestra sociedad está dirigida por y para hombres blancos heterosexuales”, opina Manuel, de 36 años. “Así que buscar la igualdad entre hombres y mujeres debería ser una cuestión de justicia social”. Como David, también habla de conductas aprendidas. “Como varón, tengo muy arraigada mi posición de privilegio. A veces peco de cierta condescendencia, hago "mansplaining", etc. Pero espero que adquirir conciencia de estas malas prácticas me ayude a ser mejor persona. Si más hombres también lo hacen construiremos una sociedad mejor”.
Higinio, de la misma edad, también dice ser consciente de sus privilegios “por el simple hecho de haber nacido hombre. Una vez eres consciente de ello, es abrumadora la sensación que produce ver la multitud de situaciones que padecen las mujeres por el simple hecho de haber nacido mujeres”, apunta.
“Ante toda injusticia hay que tener presente un concepto: transversalidad”, reflexiona Higinio. “Lo correcto es posicionarse del lado que está sufriendo esa injusticia y actuar para revertir la situación”.
Para Higinio, “La sociedad es el espacio en el que convivimos todas. Los hombres tenemos la responsabilidad de no introducir elementos hostiles en una sociedad que debe respetar la pluralidad. Es imprescindible reconocer que una muy buena parte de esos elementos hostiles, esos machismos, derivan de nuestros actos. Y por tanto, es importante que vivamos de forma consciente el feminismo y participemos de él para luchar por una sociedad "vivible" para todas”.
De cara a esa participación, y con la vista puesta en el 8 de marzo, son muchos los hombres que dudan sobre cuál es la mejor manera de actuar. ¿Secundar la huelga o dar sólo apoyo logístico y moral?¿Encargarse de los cuidados? ¿Ir a la manifestación o no hacerlo?
“En mi caso, prefiero pasar ese día a la sombra”, reconoce Higinio. “Creo que es una jornada para visibilizar el poder de la mujer por sí misma. Y en ese sentido considero que la presencia masculina en la manifestación interfiere en el ambiente de sororidad tan necesario en una sociedad en la que apenas existen espacios libres de machismos”.
David, por su parte, sí considera importante estar allí. “Iré a la manifestación”, cuenta. “Durante todo el día, las acciones están protagonizadas por las mujeres, y al menos en la convocatoria del año pasado la huelga se dirigía específicamente a ellas. Pero la idea de una manifestación es hacer una demostración de fuerza. Teniendo en cuenta que hay que respetar los espacios no mixtos que se plantean, creo que lo más útil es que vaya cuanta más gente mejor”.