El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
@BECARIA_
Quienes viven en pareja sin grandes ambiciones sexuales fuera de la relación o quienes llevan años sin follar porque el sexo les da igual o no tienen ocasión y ya se han acostumbrado, la situación de la pandemia no parece afectar mucho a sus bajos instintos, como diría algún censor del franquismo. Como es lógico, no puedes sufrir porque tengas "prohibido" hacer algo que ya no hacías.
Las personas más promiscuas y alternadoras, llamadas así por gentes de buena moral y con cierto tono despectivo, sobre todo a las mujeres, son quienes más sufren en lo sexual estas restricciones que nos han dejado sin bares, sin sitios con alcohol donde conocer gente, relacionarse y lo que surja, casi clandestinamente si se pasa la hora en el reloj. Menos mal que en Tinder hay tarifa plana. Quién iba a pensar hace poco más de un año que no tener una pareja fija y vivir la vida a tu aire iba a ser ahora tan arriesgado y sufrido, pero es el precio que nos toca pagar si queremos minimizar las infecciones.
Pasar de vivir sin límites a tener unas restricciones por motivos de sanitarios que ni en la adolescencia te hubieses imaginado, algo trastoca. Es complicado tener "líos burbuja" cuando vas a tu bola, sin pareja estable ni exclusiva y picando por varios sitios, porque es entonces cuando piensas si será buena idea acordar un folleteo burbuja con una sola persona o jugártela a varias bandas. El dolor de cabeza que da pensar en estas cuestiones también es un importante efecto colateral pandémico. Ante la desesperación vital, si las ansias aprietan y la goma de la ropa interior revienta, acaba ganando la opción más arriesgada. Aunque el toque de queda condiciona mucho, por no decir todo. ¡Cómo hemos cambiado! Quedas con alguien a la hora de la merienda, no sabes si invitarlo a un gintonic o a un Petit Suise y, como muy tarde, a las 9 tenéis que ir pensando en meteros en el ajo porque en un par de horas es el toque de queda y lo que menos te apetece es que se os pase la hora y exponeros a una multa de vuelta a casa, o lo que es peor, tener que dormir juntos toda la noche hasta que ya no sea delito andar por la calle a altas horas. Casi sale más cuenta jugársela y si te para algún policía, decirle que estás buscando una farmacia porque te ha salido un orzuelo o alguna otra cuestión de salud comprometida que invite a mantener una respetable distancia de varios kilómetros de seguridad.
Hay quien dice que estos horarios han venido para quedarse, pero me resisto a comprar la idea de tener que volver a casa a la hora de salir y tomar copas con cardamomo en la franja del té inglés, porque no hay peor policía que un reloj que te marque la agenda, los horarios de vuelta, salir corriendo, follar pidiendo perdón o permiso, correrte o no ir a ningún sitio. Como me dijo el coronavirus de Twitter hace poco en referencia al sexo durante la pandemia, "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy", lo cual no parece buena idea seguirlo a rajatabla viniendo de él. Qué dilema, joder. Está claro que nuestro anticonceptivo más anhelado ahora mismo es una vacuna, da igual la marca, o todas a la vez.
Vieja anormalidad, por favor, ¡vuelve ya!