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BDSM Y FEMINISMO: LA EXTRAÑA PAREJA
BDSM y feminismo están de moda. Te lo dice Christian Grey y Blanca Suárez, respectivamente. En Twitter muchas personas usuarias, a menudo bastante jóvenes, se preguntan si el BDSM puede ser feminista o si este conjunto de prácticas sexuales son una extrapolación del patriarcado.
Un pequeño sector hace comunidad en las redes sociales alrededor de las siglas de BDSM (Bondage y Disciplina, Dominación y Sumisión, Sadismo y Masoquismo) y te invita a “abrir la mente y no juzgar”.
Otro, de corte feminista o puritano (o todo a la vez) te llama “alienada” u “opresor” por el simple hecho de que no te pone Disney sino el sexo sucio y duro. Parece que el placer sexual es hoy también víctima de la guerra cultural.
¿Peligran nuestros orgasmos?
¿Están en peligro nuestros orgasmos? ¿Es patriarcado todo lo que señala el griterío de Twitter? ¿Podemos ser sumisas en la cama y hacer también la revolución feminista? Ha llegado el momento de prescindir de los dogmas que subyacen en la sexualidad y clarificar conceptos y experiencias. Ya hemos definido qué es el BDSM, pero ¿qué implica?
Jay Wiseman, en ‘BDSM: introducción a las técnicas y su significado’ nos ofrece una extensa guía sobre estos gustos eróticos, sus riesgos y placeres. Apunta que el primer enemigo de este explosivo tótem sexual es el desconocimiento. Es importante saber qué es y qué no es BDSM.
Por extremas, raras o escandalosas que nos puedan parecer algunas prácticas sexuales propias del BDSM estamos ante expresiones y actividades eróticas que parten del consentimiento pleno de los y las participantes.
Se trata de un consentimiento que hay que plantear, analizar y negociar previo a la primera sesión. De esta forma se crea un escenario ideal para hablar abiertamente de deseos, fantasías, gustos o prácticas que prefieres no experimentar.
Busca tu palabra de seguridad
Para que esto sea fuente de gozo y de crecimiento personal hay que valorar dos requisitos más: sensatez y seguridad.
En el BDSM la sensatez está relacionada con el respeto de los límites. Se recomienda no aceptar bajo coacciones y chantajes, evitar el consumo de alcohol y drogas, realizar prácticas extremas cuando se carece de experiencia o participar con personas que posean trastornos mentales, por ejemplo.
Por su parte, la seguridad aglutina comunicación, respeto y el uso de unas reglas.
Así, se elige lo que se conoce como “palabra de seguridad”, una palabra especial que funciona como un “no” o “stop” cuando las partes, especialmente la persona que mantiene un rol sumiso, necesita reducir, cambiar o detener el juego sexual.
La palabra de seguridad es útil para diferenciar entre una “resistencia falsa”, propia del rol y una situación real de malestar o peligro.
Suena morboso, motivante y místico. En 'Armarios de cuero', Fernando Sáez y Olga Viñuales recogen 12 testimonios que convergen en el marco de las sexualidad disidentes y no normativas.
Recomiendo la lectura para romper tabúes y mitos sobre las personas que hacen BDSM. No se trata de personas perturbadas. Pero ¡cuidado! Esto no significa que el BDSM esté hecho para todo el mundo.
Hay que recordar que los gustos y fantasías sexuales son personales e intransferibles. Se pueden compartir y aun generar la aparición de una comunidad, pero tratar de universalizarlos es un tremendo error…
Quédate con esto: existen tantas sexualidades como personas en el mundo.
¿Feminismo vs BDSM?
Ya sabemos que la esencia del BDSM la componen el consentimiento, la sensatez y la seguridad, pero ¿es patriarcal? ¿Se puede ser feminista y sumisa en la cama?
Las raíces de la opresión y violencia hacia las mujeres no se encuentran en una práctica sexual consensuada sino en toda una estructura cultural y socio-económica.
Pensar que el BDSM es resultado del patriarcado es obviar la cantidad de hombres sumisos que disfrutan cuando es la mujer quien domina y humilla o que existen muchas parejas homosexuales que usan roles de sumisión y dominación para obtener placer sexual.
Si nos remontamos a su historia, podemos fácilmente conocer cómo el BDSM se populariza inicialmente en círculos gays y lésbicos.
Un ejemplo de esto fue el colectivo Samois, una organización lésbica y pro BDSM que desde 1978 a 1983 hizo las delicias de ilustres feministas como la antropóloga Gayle Rubin y el activista transexual Patrick Califia.
El feminismo no trata de juzgar a las mujeres por el uso de su cuerpo y su sexualidad. El BDSM permite a las mujeres conocer su sexualidad más allá de las prácticas tradicionales.
Deja un mensaje claro: hay sexo más allá del coito y en ese sexo puedes revertir los papeles de dominación y humillación, puedes experimentar dentro de unos límites y sentir placer sin que nadie te acuse de “alienada” o “pervertida”.
El objetivo del feminismo en el terreno sexual pasa por denunciar a quien nos niega educación sexual o a quien comete abuso y violación, incluso en espacios y en prácticas BDSM.
No podemos olvidar que las actitudes machistas también son propias de quien practica este tipo de sexo y no solo de quien prefiere el sexo convencional.
En nuestra cultura, podemos encontrar un ejemplo de esto, en personajes como el ya comentado Christian Grey. Quizá pueda funcionar como fantasía, pero 50 Sombras de Grey más que una historia de sexo kink es un relato lleno de tópicos románticos y machistas. Conviene estar alerta.