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No cuenta con el apoyo de todo el movimiento feminista: algunos colectivos se oponen
La propuesta ha corrido como la pólvora. Bajo el hashtag #NoNosTorean y #MujeresDeLutoPorLaManada, un grupo de feministas valencianas ha animado a las mujeres a vestir de negro el día del chupinazo. Así, para el 6 de julio, se prevé que bajo esta vestimenta muestren su repulsa a “La Manada, las manadas y el sistema que es la mayor de ellas”. Sin embargo, la iniciativa no la apoyan todos los colectivos feministas, algunos se oponen.
La propuesta de vestirse de negro por San Fermín ha sido compartida por varias personalidades de renombre, entre ellas, la escritora y periodista Maruja Torres. Sin embargo, esta réplica no cuenta con el apoyo del movimiento feminista y popular de Iruñea, quienes pretenden dar normalidad a los festejos, seguir concienciando contra las agresiones sexistas y mantener los tradicionales colores: blanco y rojo. Puede que la iniciativa de las compañeras valencianas sea bienintencionada, pero incurre a varios errores que merece la pena analizar.
Personifica en un caso en concreto: La Manada
Aunque en la convocatoria hable de “otras manadas”, la referencia está completamente vacía y solo resuena a una, la más mediática, la formada por Jose Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Antonio Manuel Guerrero, Jesús Escudero y Ángel Boza. Ellos, condenados por abuso sexual con prevalimiento a 9 años de presión por el caso de San Fermín, no son los únicos que han cometido un delito contra la libertad sexual durante las fiestas.
El hecho de no ahondar en otro tipo de agresiones y abusos sexuales, menos conocidos, pero igualmente dolorosos, es bastante cuestionable. El pasado 2017, por ejemplo, dos mujeres denunciaron abusos sexuales durante el primer día de sanfermines. Las fiestas, en fecha de ese año, acabaron según el Ayuntamiento de Pamplona con 14 denuncias por agresiones sexuales donde se recogían desde tocamientos no consentidos hasta violaciones.
Lo deseable sería no tanto hacer un llamamiento durante las fiestas contra La Manada, sino que la convocatoria hiciera hincapié en el fenómeno: las agresiones sexistas durante los festejos. Justo es esto lo que vienen haciendo las feministas locales desde hace mucho tiempo. Es importante escucharlas y no juzgar desde fuera.
Concienciar y sensibilizar sobre las agresiones sexistas, así como invitar a la autodefensa feminista, son lemas que se han podido leer de un tiempo a esta parte durante la celebración. La presencia de ese tipo de mensajes pretende contrarrestar la creencia popular de que cuando hay alcohol y fiesta, todo vale.
Algo se debe estar haciendo bien, pues ya en 2016, solo unas horas después de conocerse que una joven había denunciado una violación en grupo durante la madrugada del 7 de julio, la Plaza Consistorial se llenaba de forma multitudinaria mostrando su rechazo a las agresiones sexistas. La respuesta fue inmediata y contundente, demostrando que quienes abusan o agreden a las mujeres no son bienvenidos.
No, demonizar la fiesta no es la solución
Una cosa es elegir el luto y otra imponerlo como uniforme para la protesta. Estamos viviendo un momento donde se nos está inculcando el pánico y el miedo. Hace unos días corría un mensaje por Twitter de una usuaria que animaba a las mujeres a no ir este año a San Fermín.
Al leerlo no pude dejar de preguntarme, “¿en serio quieren que nos quedemos en casa, como si acaso nosotras tuviéramos que cambiar nuestro estilo de vida? ¿Qué será lo siguiente? ¿Pedir que no bebamos alcohol? ¿Qué no usemos falda corta? ¿Qué no caminemos solas? ¿Qué no llevemos escote?” Ya, lo sé: en mi cabeza soné muy dramática, pero en cierto modo temía que bajo esa pretensión se escondiera una forma de controlar el derecho a la movilidad de las mujeres.
Como feminista, creo firmemente que no podemos pretender que las mujeres dejen de hacer aquello que forma parte de su libertad: disfrutar del espacio público.
O dicho de otro modo, es injusto que ante los comportamientos machistas de algunos hombres ciertos grupos o voces feministas nos hagan elegir entre nuestra libertad y nuestra protección. Las mujeres no queremos cambiar nuestra vestimenta ni tampoco dejar de divertimos con o sin alcohol durante la celebración. Queremos divertirnos, reír, ligar, bailar al ritmo de las charangas, conocer gente. En definitiva, disfrutar de nuestro ocio, de la madre de todas las fiestas.
Además, este tipo de agresiones no solo se dan en este contexto sino que se suceden en otros espacios de ocio nocturno. Si dejamos de disfrutar de aquello que nos hace libre, ¿qué nos queda? ¿Vivir dentro de una jaula, cohibidas, frustradas? No podemos claudicar frente a quienes nos acobardan: las calles, de día y de noche, también son nuestras.