Una madre graba el emotivo momento en que su hijo se reunió con su hermana tras ser operado de un tumor
¿ES NECESARIO SER TOM CRUISE O KEANU REEVES?
Para gustos, los colores, suele decirse. Sin embargo, preferencias a un lado, hay cierto estándar de belleza que todo candidato a ser héroe de la humanidad debe cumplir para poder ejercer como tal. No sirve cualquiera con habilidades, dotes de liderazgo y un cráneo privilegiado, que diría Valle-Inclán. Para salvar el mundo, además, hay que ser guapo. Hablando en plata, hay que estar bueno.
Hace unas décadas, el galán de Hollywood era distinto. Hubo un tiempo en el que para ser estrella de cine había que tener el estilo y la clase de Cary Grant o el porte y la mirada de Paul Newman. Para ellas, la dulzura de Audrey Hepburn o el sex-appeal y la melena ondulada de Rita Hayworth. Eran otros tiempos, con otros cánones de belleza.
Ninguno de ellos sería tenido en cuenta hoy en día a la hora de protagonizar una de esas películas catastróficas y apocalípticas en las que un solo ser humano –a lo sumo dos por aquello del interés romántico– debe cargar con la responsabilidad de salvar al mundo entero.
Ahora se llevan más los Will Smith y Tom Cruise y las Annabelle Wallis y Gal Gadot. A ellos se les exige que estén en forma. Ya se sabe, muchas horas en el gimnasio y mucho músculo que marcar –aunque Cruise ya pasó la etapa de quitarse la camiseta–. A ellas, que tengan una de esas bellezas que quitan el hipo y hacen que la gente se gire en la calle al verlas.
¿Por qué? Pues porque es lo que vende. Nadie quiere ver a un tipo (no diremos nombres para no ofender sensibilidades) con barriga de fofisano –salvo que sea Gerard Butler– y de belleza distraída salvando el mundo acompañado de una chica del montón. En este tipo de películas donde todo tiende a ser espectacular y llamativo, sus protagonistas han de serlo.
Chris Pratt, todo un ejemplo práctico
El mejor ejemplo de ellos es Chris Patt. Secundario al que siempre le tocaba hacer del amigo gordito y gracioso hasta que un día decidió pasar hambre, machacarse en el gimnasio y su vida dio un giro de 180 grados. Lo hizo por una cuestión de salud, no de estética, pero lo cierto es que fue perder kilos y definir músculos y su carrera se disparó.
De ser un secundario recurrente o interpretar papeles poco lucidos pasó a ser un héroe de los pies a la cabeza. Ahora productores y directores no dudan en dejar el futuro de la humanidad en sus manos. Ya sea como Star Lord en la saga ‘Guardianes de las galaxia’, dando vida al único hombre despierto en ‘Passengers’ o plantando cara a los dinosaurios en la renacida saga jurásica.
En el género de los superhéroes pasa continuamente. La mayoría de actores y actrices que se suman a las filas de DC, Marvel y demás cumplen con estos requisitos de belleza y forma física. Unos preferirán los músculos de Chris Hemsworth (Thor), otros el atractivo de Robert Downey Jr. (Iron Man) o Mark Ruffalo (Hulk) y algunos se recrearán en la combinación de ambas en Christian Bale (Batman) o de Hugh Jackman (Lobezno).
En cuanto a ellas, nadie puede negar la belleza arrolladora de Scarlett Johansson (Viuda Negra) y Gal Gadot (Wonder Woman). Pero los superhéroes no son los únicos que no fichan a feos, ni siquiera lo que se denominaría gente común y corriente. Porque hasta los menos explosivos como Paul Rudd o Tom Holland entraría en la categoría de ‘monos’.
Más héroes que heroínas
Saliendo de las capas y máscaras y entrando en lo que sería el género apocalíptico, catastrófico, espacial y derivados, el panorama no cambia mucho. Los grandes salvadores de la humanidad en el cine son Will Smith, Tom Cruise y Keanu Reeves. Cada uno ha mantenido a salvo a sus congéneres en más de una ocasión. Pueden gustar más o menos según las preferencias de cada uno, pero nadie diría de ellos que son feos.
Y sí, es cierto, hay más salvadores que salvadoras. Ellas suelen quedar relegadas a un segundo plano, el de interés romántico del intrépido héroe y, eso sí, igual de guapas y estupendas que ellos. Ahí están, por ejemplo, las recientes heroínas Annabelle Wallis (‘La momia’) y Laura Haddock (‘Transformers: El último caballero’). Aunque a veces, como en el caso de Milla Jovovich (‘Resident Evil’) y Kate Beckinsale (‘Underworld’), consiguen su propia saga en la que salvar al mundo. Como también Gal Gadot con su Wonder Woman.
La lógica para el casting es aplastante. Se elige a una estrella reconocida de buen ver para salvar a la humanidad. Esta puede encontrarse entre los mencionados Smith, Cruise o Reeves, pero también sirven Mark Wahlberg, Chris Evans (‘Snowpiercer’ además de Capitán América), Tom Hanks (que tiene su público fiel como el profesor Langdon y feo no es), Bruce Willis (un tipo con mucho sex-appeal) o incluso Arnold Schwarzenegger en plan Terminator (después de todo fue Mister Universo en sus años mozos). Y, claro, no olvidemos a Brad Pitt y su talento para descubrir la cura a un virus zombi.
Cuando ya se tiene elegido al actor protagonista que salvará al mundo de una invasión alienígena, una confabulación cósmica, un asteroide o un virus mortal, toca elegir a la chica que le acompañará en sus aventuras, sus carreras y le pondrá el toque romántico a la historia. Entonces entran en acción Bryce Dallas Howard, Annabelle Wallis, Laura Haddock, Milla Jovovich, Carrie Anne-Moss, Charlize Theron… No hace falta seguir.
El porqué esto es así y los menos guapos no son candidatos válidos para salvar a la humanidad está claro. Porque la estética cuenta, y mucho, a la hora de arrastrar al espectador a la taquilla a ver este tipo de películas. Y sí, es posible que a la mayoría nos parezca algo superficial e injusto y se hable de discriminación, pero, a la hora de la verdad ¿a quién prefieres como espectador ver salvar el mundo? ¿A Tom Cruise o a Nicolas Cage? La caja dice que al primero.