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Releemos 'Éxtasis', la apasionante biografía de Hedy Lamarr
La biografía de Hedy Lamarr se llama 'Éxtasis' porque esa fue la película que le llevó a la fama en 1932. En el filme, la actriz recreó completamente desnuda un un orgasmo. El Vaticano censuró la película, y su familia al completo rechazó su trabajo. Sin embargo, la vida de Lamarr fue mucho más que ese pasaje de su incursión en el cine.
La historia de Hedy Lamarr es barroca y surrealista. Su autobiografía, editada en 1966, parece una pura invención sin freno. Los propios editores españoles han añadido un prólogo donde se disculpan, saben que parte del libro fue escrito por negros literarios (ghost writers), hay conversaciones y hechos que en sí mismos parecen sacados de un mal guión de los años treinta.
Hedy Lamarr nació en Viena bajo otro nombre, Hedwig Eva Maria Kiesler. Judía por parte de su padre (banquero), y católica por parte de su madre (pianista). En el colegio ya era considerada superdotada. Creció, estudió ingeniería pero dejó la carrera para ser actriz y probó fortuna en Berlín, en la época gloriosa de la UFA.
La biografía de Lamarr se llama “Éxtasis” porque esa fue la película que le llevó a la fama, en 1932, rodada en Checoslovaquia. Fue la primera película que se atrevió a mostrar a una actriz completamente desnuda durante un orgasmo. Una película con argumento, no porno “experimental” en blanco y negro. Esto fue un escándalo para la época y se prohibió su proyección.
El Vaticano censuró la película, y su familia al completo rechazó su trabajo. Pero las tornas cambiaron, cuando Fritz Mandl, un empresario acaudalado, pidió su mano al enamorarse de ella a raíz del filme. Lamarr se casó con el empresario, que le obligó a dejar completamente su carrera como actriz. Mandl se hizo con todas las copias de 'Éxtasis' para no compartir la imagen de su mujer con nadie.
Hedy Lamarr había pasado de ser considerada la estudiante más prometedora de su promoción de ingeniería, y una actriz de fama y éxito, a todo lo que ella siempre detestó: una mujer florero. Y según su matrimonio con Mandl se hacía más opresivo, ella trató de escapar. Literalmente, huyó a París, de ahí a Londres y después a Estados Unidos.
Abandonó Europa sin equipaje, pero sí con un puñado de joyas. Lo invirtió todo en afincarse en Hollywood y buscar fortuna como actriz. Consiguiendo rodar casi una veintena de películas. Pero, trístemente, los proyectos que eligió no pasarán a la historia, y sí las que rechazó.
No apostó por 'Luz de Gas ni por 'Casablanca'. Y fue descartada de ser Escarlata en 'Lo que el viento se llevó'. De todas sus películas, su mayor éxito norteamericano fue 'Sansón y Dalila', en 1949.
Pero según su autobiografía, se aburría como actriz, por la superficialidad de la que estaba impregnado Hollywood. A Hedy Lamarr se le adjudica esta cita: “Cualquier chica puede ser glamurosa. Todo lo que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida”.
Un legado como inventora
En 1941, Estados Unidos estaba a punto de entrar en la II Guerra Mundial. Lamarr pretendió poner su faceta de ingeniera al servicio de EE UU, quería formar parte del National Inventors Council, que pretendió centralizar a los máximos expertos del país para desarrollar contra-tecnología para evitar los ataques nazis.
Sin embargo, Lamarr fue rechazada y le pidieron que, como figura pública, apoyara la venta de bonos de guerra. Y lo hizo, participó en fiestas para conseguir fondos, rifando sus besos, y se dice que siete millones de dólares de recaudación de deuda pública los consiguió ella en solo una noche.
Pero Lamarr desarrolló un sistema capaz de transmitir mensajes fraccionados y cifrados mediante un patrón pseudoaleatorio. Lo que patentó como “Sistema Secreto de Comunicación”. Este protocolo de comunicación radioeléctrica podría facilitar unas comunicaciones más rápidas y seguras en tiempos de guerra, y aunque Lamarr lo aplicó inicialmente a la comunicación con submarinos, realmente es la base de lo que ahora utilizamos en todas las tecnologías inalámbricas como el wifi y el BlueTooth. Pese a ello, su patente se utilizó.
Durante los años cuarenta, ella prefirió mantener oculta su faceta de ingeniería, incluso firmando las patentes con pseudónimo. Porque consideraba que una imagen de mujer científico le restaría glamour e interés, y su trabajo como actriz podría verse perjudicado si la gente descubría que realmente era ingeniera.
Lamarr fundó su propia productora, pero no consiguió sus películas tuvieran éxito. Y fue recordada por Hollywood como una actriz de una belleza arrolladora, pero con mala suerte en los papeles que elegía. Nada más.
Lamarr se obsesionó con no envejecer, y se hizo adicta a la cirugía estética. Tuvo problemas por el consumo de pastillas, y se volvió cleptómana. Se casó seis veces. Y, finalmente, acabó su vida recluida en su mansión de Miami, al puro estilo de 'El crepúsculo de los dioses'.
Durante toda su vida no cobró un céntimo por su aportación a la ingeniería, porque caducó sin ser utilizada. Pero la comunidad científica reconoció en 1997 que la patente que permitió poner en marcha la mayoría de los sistema inalámbricos se debe a ella, por lo que en los siguientes años varios organismos científicos le concedieron varios premios y distinciones. Entre ellos el día del inventor, en su honor, el día de su nacimiento: 9 de noviembre.
El día del inventor no es por Tesla, Edison o Bell, sino por alguien que inventó algo que hasta hace pocas décadas no parecía tener mucha utilidad popular, el espectro ensanchado, lo que ahora marca la base de los sistemas wifi y los móviles.