El emotivo momento en que un niño paciente de cáncer se reúne con sus hermanos tras seis meses en el hospital
¿MANZANITA? ¿COTORRITA?
Pareciera que el nombre de nuestro coño también debería mantenerse acorde con esa imagen de simple musa de las pollas, de doncella lela que se tiende en la hierba a esperar con los ojos vacíos a que entre su absurda madre y el pediatra acuerden cómo llamar a esa zona innombrable en la que aún, liberada de nombre invitador a la mansedumbre, siente algo.
"Lávate el culo y el culito", decía la madre a sus cinco hijas. Lo dijo cada noche, durante años, volviendo aún más confusa aquella época de bidé color rosa, información inconcreta y educación sexual deficiente. La más pequeña de estas hijas, siendo ya adulta, me confesó entre avergonzada y muerta de risa que durante algunos años, siendo muy pequeña, dio por hecho que su coño, que ella sólo conocía por el nombre de 'culito', algún día expulsaría caca.
"Pensé que la regla sería eso -confesó ruborizada, a pesar de que ya habían pasado más de treinta años de aquello- Y a saber qué ideas raras tenían mis hermanas". Porque, así como el pene de los hermanos varones era 'pilila', 'picha' o 'pito' -nombres sin duda mucho más afortunados-, ella y sus hermanas nunca tuvieron, en aquel hogar de un barrio de clase media de Madrid, otro nombre que no fuese 'culito' para designar aquello que tenían entre las piernas.
Lo que de primeras podría resultar un asunto casi humorístico, se vuelve escalofriante cuando se lo observa más de cerca, cuando se indaga sobre el asunto en la red de redes y una se da de bruces con la misma cursilería, la misma falta de dignidad, el mismo yugo opresor disfrazado de tul rosa. Cada cierto tiempo entro por puro masoquismo en un infame blog sobre crianza.
Es un blog en el que cada texto es una gilipollez lanzada con la ignorante carta blanca que parece ofrecer el ser madre. Cada post es más ridículo que el anterior, e incurre en barbaridades más retorcidas, pero, como detrás de todo el tinglado sobre el que la administradora ha construido su imperio están los bebés, esas cositas adorables, y la maternidad, ese diamante intocable, la estupidez parece diluirse.
Cómo nombrar los genitales de las niñas
El otro día cacé al vuelo un post delirante en el que se hablaba del gran tema tabú: cómo nombrar los genitales de las niñas, cómo enseñar a tus hijas a llamar a aquello que tienen entre las piernas. Sin pensármelo demasiado, me sumergí en un pantano de opiniones delirantes y ridiculización salvaje.
Aquella gente -gente que, pensé con un estremecimiento, estaba criando seres humanos, transmitiendo conocimientos- delirante y cretina como ella sola, decía con total naturalidad cosas aberrantes, arrastraban la dignidad genital y la normal relación de una niña con sus genitales por un barro denso e imposible de lavar.
No había propuesta que no fuese castradora, ridícula e innecesariamente infantilizante, como si a fuerza de llamar 'garbancitín' la vulva de tu hija, pudieses conseguir que llegase virgen a tu muerte, y que no tuvieses que ver jamás en vida su rostro de mujer desflorada, sexual, sucia, NORMAL. Sé que esta gente que leí en el foro existe, sé que están ahí cada día, existiendo.
Como me veo incapaz de enfrentarme a este problema a nivel global y organizar por colegios una campaña en la que enseñar a las niñas que su coño es algo importante y respetable, y que no deben dejar que ningún adulto lo llame 'kantorkikí' (cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia), tecleo con furia unas respuestas a cada uno de los comentarios.
¿Cotorrita? ¿Manzanita?
Lo hago desde el desaliento y la frustración, porque cada uno de estos comentarios me sume en la certeza de que los cerebros de esta peña son algo correoso, como un trozo de cecina muy dura que no hay manera de ablandar. Ahí va:
"Mis niñas siempre lo han llamado culillo y tan panchas que se quedan. Lo de vulva lo encuentro excesivo". Así pues, aquello de 'culito', que yo tenía por una broma cruel anacrónica, está aún de rabiosa actualidad. ¿Cómo es posible, Señora Culillo (disculpe que la llame así; lo hago para mantener su anonimato), que 'vulva' le parezca excesivo, y no ' culillo' no le parezca salvaje, demencial, castrante, coprofágico
"Cotorrita, así le llamamos".
Señor Cotorrita: entiendo que usted será de aquellos padres protectores que, antes que darle una dignidad a su hija, prefiere relacionar sus genitales con los de un loro, perdón, un lorito pequeñito y parlanchín, de modo que ella, casi por instinto, vea su vulva como algo absurdo, pueril, que no merece más que burla (y, quizás, un poquito de alpiste o unas pipas).
"Pues sinceramente para las niñas yo lo llamo " Kantorkiki" lo digo por si a alguien le parece mejor que pesetilla o rajita".
Hago reverencias de fascinación ante usted, Madame Kantorkiki. Eso es, sí. Urdamos palabros complicados y pizpiretos, que ofrezcan una falsa sensación de que lo que la niña tiene dentro de las bragas es un gorrioncito mustio (pero simpático).
"Tengo tres hijos y la última la cuarta es una niña. Tenía un problema para nombrar sus partes femeninas, así que le pregunté a su pediatra qué nombre podía usar. Me aconsejó totete, y totete es el que uso, va muy bien".
¿Qué significa exactamente que "va muy bien"? ¿Que te deja tranquila con respecto al desentenderte de la educación sexual de tu hija, con respecto a que sabes que su chocho va a ser una especie de tierra en barbecho estéril por siempre jamás?
Pastelito rosa de lazos y cosquillas
La imagino a los 20 años, intentando hacerle frente a una relación sexual que ya no es capaz de eludir, porque ya le apetece muchísimo, y en su mente ese TOTETETOTETETOTETE recetado por el pediatra al que la llevabas de pequeña y acatado marcialmente por ti, madre aterrorizada ante la Realidad de que, si has tenido una niña, no es sólo para que sea tu pastelito rosa de lazos y cosquillas, sino para convertirse en una persona que tenga cierta potestad sobre sus genitales.
"En casa decimos 'manzanita'. La verdad es que hay muchas denominaciones lights para los niños pero para lo de las niñas todo parece que suena feo".
En esta dura declaración de Mamá Manzanita reside, en realidad, la complejidad de todo el asunto, la enfermedad que planea sobre estos padres que, de tanta falsa beatitud, caen rodando en terrenos sádicos: "PARA LO DE LAS NIÑAS TODO PARECE QUE SUENA FEO". El error, amiga Mamá Manzanita. El error no está en 'lo de las niñas', sino en ti, en que una palabra franca, libre de absurdas infantilizaciones, te "parece que suena feo".
Miedo de madre a nombrar los genitales de sus cachorras
La conclusión de todo esto es que, a pesar de que en ciertas burbujas sociales nos parezca que hay cierto avance, que los modelos de educación van cambiando, que el sexismo es menor, que los niños y las niñas corren libres por una misma veredita, lo cierto es que no, que vivimos en una sociedad en la que las madres y los padres sigue teniendo terror a usar para nombrar los genitales de sus cachorras una palabra que no descalifique absolutamente esta zona, una palabra que no sea un precedente de la denostación que ya le tocará a esa hija a lo largo de toda su vida.
Releo ese "mis hijas siempre lo han llamado culillo y tan panchas que se quedan" y pienso que se acerca el APOCALIPSIS. Las mujeres del futuro serán unas cretinas, absolutamente desconectadas de su 'kantorkiki', sintiendo que eso que tienen entre las piernas es algo que oscila entre un animal manso y gracioso, un trozo sin sustancia nombrado para contentar y no incomodar a los demás, o bien una prolongación de su aparato digestivo.
Siento ahogos ante las afirmaciones "para las niñas todo parece que suena feo", "el pediatra me aconsejó totete, y totete es el que uso, va muy bien" y "lo de vulva lo considero excesivo", porque imagino que, al igual que desde tan temprana edad su vulva queda desterrada al terreno de lo inofensivo, lo dulcemente cómico y el terror que debe ocultarse ante una palabra hueca, estas niñas sentirán en un futuro que su entrepierna no merece un lugar sonoro, que no podrán hacer valer los deseos que dicta aquella parte que un momento se denominó 'culillo'.
El mercado infantiliza a la mujer
Al igual que las bragas que ofrece el mercado femenino tienden a infantilizar a la mujer, el vocablo kantorkiki directamente transporta su vulva al mundo del cándido arcoíris y la inofensión.
¿Cómo otorgarnos la importancia que debemos otorgarnos, cómo sentir cierto poder, si nos cuesta encontrar unas bragas libres de florecillas, lacitos, Looney Tunes, ardillitas, una tela en las que resguardar nuestro kantorkiki, nuestra pesetilla, nuestro culillo, nuestro totete?
¿Cómo dar un firme golpe con el puño en la mesa si el omnipresente lacito frontal que ostentan casi todas las bragas del mercado, incluso las más sencillas, nos presenta como pequeños y dulces regalitos coquetos?
¿Cómo decir "oye, no me apetece" cuando la zona que alguien quiere penetrar ha sido mirada con desdén y neutralizada con una extraña vergüenza por nombres como 'pipichino' o 'manzanita'?
Esta creencia de que las mujeres debemos ser seres discretos y finos, encantadores, gráciles, rodeadas de humo vaporoso y sofisticadas purpurinas.
Porque, repito, pareciera que el nombre de nuestro coño también debería mantenerse acorde con esa imagen de simple musa de las pollas, de doncella lela que se tiende en la hierba a esperar con los ojos vacíos a que entre su absurda madre y el pediatra acuerden cómo llamar a esa zona innombrable en la que aún, liberada de nombre invitador a la mansedumbre, siente algo.