@BECARIA_
Alrededor del 90% de los españoles tiene instalado WhatsApp en su teléfono móvil y Becaria reflexiona sobre las peores cosas que tiene esta app de mensajería desde los mensajes de voz a los grupos familiares pasando por los memes de dudoso humor que comparte mucha gente.
Tiempo atrás, las máquinas de escribir estaban en manos de quienes eran capaces hilvanar más de dos palabras, cuatro privilegiados decimonónicos con dinero para comprarlas y una habitación propia para explayarse escribiendo en vez de doblar en lomo en otras labores más proletarias. Hoy en día, con la democratización de la tecnología, cualquier iluminado tiene acceso a un móvil o a un ordenador, lo cual está muy bien por lo de la igualdad de oportunidades y el entretenimiento personal, pero no deja de ser un sufrimiento para el resto de la Humanidad. El claro ejemplo lo tenemos con el WhatsApp. Alrededor del 90% de los españoles tiene instalada esta app en su ladrillo de última generación, lo que genera ciertos inconvenientes a quienes les toca sufrir como contacto a un inútil redomado. La aversión hacia las taras comunicativas del género humano en general es inevitable.
Ortografía con almorranas
Uno de los mayores problemas en este sistema de comunicación es la ortografía. Los errores ortográficos en los mensajes escritos son pandemia. A veces te preguntas si la gente escribe con los dedos o se sienta encima del móvil y teclea con las almorranas. Porque las máquinas de escribir exigían un dominio básico de la ortografía y la gramática, pero en los tiempos actuales que contamos con la ayuda de correctores automáticos y más accesibilidad a la cultura del escribir básico sin que apetezca pegarte un zapatillazo en las manos, raro es quien sabe diferenciar el pronombre interrogativo "cómo" del verbo comer, o "ay" de "hay" o "ahí". A partir de la generación EGB, el analfabetismo de quienes escriben con las almorranas nunca había gozado de tan elevados niveles de gloria.
El dolor de los mensajes de voz
A veces, nos encontramos en la disyuntiva de preferir leer un mensaje lleno de faltas de ortografía, aunque sea difícil de digerir, antes que tener que lidiar con la obligación de escuchar un mensaje de voz interminable por compromiso a velocidad 2X para minimizar tu agonía, convirtiendo una conversación banal en una experiencia tediosa y que incita a lanzar el móvil por la ventana. Para tener WhatsApp en el móvil debería pasarse un examen de ortografía, gramática y sentido común para no molestar con audios irrelevantes más largos que la guerra de los Cien Años.
Grupos de cuñados y memes
Las congregaciones por WhatsApp de cuñados son el agujero negro del humor: chistes malos, memes anticuados, machistas, homófobos y racistas. El cuñadismo se encuentra en grupos familiares, de trabajo y amigos, son un género en sí mismo que puebla todo espacio virtual. Nunca falta el archivista de memes de la Prehistoria de Internet que se quedó anclado en 2012, el gifero compulsivo que siempre pone imágenes de gatos en movimiento fuera de contexto, el embajador de las teorías de la conspiración y seguidor de Donald Trump que hasta el café descafeinado le parece una estratagema de color marrón para controlar nuestras mentes.
El hedor de los grupos de padres
Y la fetidez estrella que ha traído WhatsApp es la creación de grupos, en teoría para facilitar la comunicación entre peña con un interés común, pero que desde la primera intervención se convierten en un hervidero de mensajes constantes y, casi en su totalidad, irrelevantes. Esta deformidad comunicativa se puede degustar en el libro "El WhatsApp de padres" (2018) de Juan de Gorostidi, el cual te invita a reflexionar sobre por qué cualquier persona puede procrear sin ningún tipo de regulación y sobre la proliferación de esta especie con necesidades especiales con una neurona colgando y la otra lo mismo, quienes tienen la responsabilidad de cuidar y educar a otros pequeños humanos. Lejos de extinguirnos, el atolondramiento y la falta de criterio gobiernan el mundo.