SUPERACIÓN
La joven cocinera tendrá que alimentarse a través de una sonda el resto de su vida.
Un plato de patatas asadas fue lo último que comió Loretta Harmes, eso fue hace seis años y es probable que esta chef nunca vuelva a comer alimentos sólidos en su vida.
Loretta Harmes es una joven de 30 años de Reino Unido que está luchando contra el síndrome de Ehlers-Danlos (hEDS), una enfermedad genética que afecta los tejidos conectivos y se manifiesta de diferentes maneras.
En el caso de Harmes unas pruebas médicas realizadas después de años de diagnósticos erróneos revelaron que la enfermedad dejó su estómago parcialmente paralizado, incapaz de vaciarse correctamente.
Pero no deja que el trastorno se interponga en el camino de su mayor pasión, la cocina. Aunque ya no puede probar sus recetas, Harmes continúa cocinando y comparte sus creaciones en Instagram, donde tiene un número cada vez mayor de seguidores.
"¡Todavía no puedo creer que mi historia finalmente haya sido compartida con el mundo y la respuesta ha sido alucinante!" escribió en una publicación de Instagram.
En una entrevista con la BBC Loretta explicó que reveló que solía sentir un dolor insoportable en el estómago después de comer. En 2015, cuando sobrevivía con una dieta de comidas líquidas, un consultor intestinal le pidió a la que comiera alimentos sólidos.
Las pruebas realizadas en el St Mark's Hospital de Londres acabaron en un diagnóstico de síndrome de Ehlers-Danlos hipermóvil (hEDS). Los síndromes de Ehlers-Danlos son un grupo de 13 trastornos y en el caso de Harmes, había dañado el tejido conectivo en la pared de sus intestinos. Con 23 años acababa de descubrir que es lo que realmente le pasaba tras años de diagnósticos erroneos.
Loretta Harmes había luchado contra la anorexia a la edad de 15 años, pero eso duró menos de un año. Aunque se quejó de problemas digestivos durante su adolescencia, se las arregló para comer. Sin embargo, las cosas empezaron a ir cuesta abajo cuando ella fue a la universidad a los 19 años.
"Las cosas fueron cuesta abajo dramáticamente: no podía comer ni ir al baño, y luego los siguientes cinco años se convirtieron en una pesadilla de la que no podía despertar ", explica Harmes.
Su "pesadilla" comenzó con un médico que estaba convencido de que su perdida de peso se debía al regreso de la anorexia. En un momento llegó a pesar 25 kg.
Harmes fue colocada en una unidad de trastornos alimentarios por un total de 18 meses. La vida en las unidad era miserable para ella. Los pacientes tenían que comer seis comidas al día y todas las comidas tenían que terminar dentro de un período de tiempo establecido.
Para ella comer significaba dolor con el que lidiar después. A nadie más se le permitía levantarse de la mesa hasta que ella terminase su comida, y dice que el personal y otros pacientes a menudo la intimidaban para que se diera prisa.
Después de cada comida, se vigilaba de cerca a los pacientes en una sala común para asegurarse de que no intentaran deshacerse de los alimentos que habían comido. En aquella sala Harmes se acurrucaba en una silla, tratando de aliviar su dolor.
"Me recuperé por completo de la anorexia, fue una lección de vida que se convirtió en una sentencia de por vida", asegura.
Hoy, Loretta Harmes se alimenta mediante nutrición parenteral total (TPN). En una publicación de Instagram, reveló que tiene que alimentarse durante 18 horas al día. "Los fluidos no pasan por mi sistema digestivo y pasan por mi torrente sanguíneo", escribe.
Una línea de Hickman atraviesa su pecho y llega a una gran vena del corazón. Tal como están las cosas, es posible que Harmes nunca vuelva a comer alimentos sólidos ni a beber agua.
Cuando era niña, Loretta y su abuela Mavis replicaban las recetas de un concurso de comida de la televisión. "Era la reina del horno y sus tartas de cumpleaños eran legendarias", dice Loretta. "Mi hermana Abbie y yo nos peleábamos para ver quién lamía el recipiente de la tarta hasta dejarlo limpio".
A los 11 años, Loretta cocinaba la cena para su familia cada martes, porque su mamá trabajaba hasta tarde. "Tenía rienda suelta en la cocina y me encantaba la idea de crear algo desde cero para que mi familia lo disfrutara", relata.
Empezó replicando la pasta con tomate al horno de su madre, pero pronto se graduó haciendo pasteles y guisos. Las albóndigas y la ensalada de pollo eran los platillos favoritos de la familia.
En la secundaria ganó concursos de cocina, incluso ante estudiantes de más edad, y participó en competiciones regionales.
Mientras otros niños cocinaban pasta, Loretta preparaba lomo de cerdo marinado y estofado de ternera al estilo de Borgoña (boeuf bourguignon).
Su madre, Julie, dice que Loretta era y sigue siendo una cocinera desordenada. De esas que usa cada recipiente, sartén y utensilio en la cocina. Pero no le importaba porque veía cuánto lo disfrutaba su hija.
"Lo que más le gustaba era preparar algo con lo que sea que tuviera en los armarios de la cocina. Era muy creativa", cuenta Julie.
"La TPN recuperó mi peso y energía. Fue agradable volver a vestir ropa normal y no tener que comprar en la sección para niños", cuenta.
Esta mejoría en su salud le permitió revivir su pasión por cocinar, aunque para conservar energía cocina a ratos y se mueve en silla de ruedas por la cocina.
Su compañera de apartamento, Amy, fotógrafa profesional, le toma fotos y prueba la comida. En los primeros días de confinamiento, comenzaron a construir un negocio, trabajando con marcas para desarrollar recetas y estilizar la comida.
Para compensar que no puede probar la comida, Loretta pasa mucho tiempo planificando y preparando con mucho método.
Se basa en los años que pasó estudiando libros de recetas y experimentando en la cocina, y su intuición.
"Cocino con mis ojos, nariz e instinto", dice.
En 2019, junto con su madre, Abbie visitó a Loretta en el hospital, donde se estaba recuperando de otro episodio de sepsis. Pero, desgraciadamente, Abbie murió en un accidente automovilístico de camino a casa.
"Ella marcó una gran diferencia en la vida de los demás y su propia vida estaba comenzando a florecer", lamenta Loretta. Loretta siente que ahora debe vivir por las dos y esto ha impulsado su vuelta a la cocina, sus ganas de luchar y de vivir al máximo a pesar de las dificultades.