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La trampa de las bici-motos: un vacío legal que está volviendo locos a los estadounidenses, y pronto podría llegar a España

Definir una bicicleta y diferenciarla de una moto debería ser algo muy sencillo. Sin embargo, en Estados Unidos se están popularizando una clase de vehículos que se camuflan como si fueran bicicletas porque lo son ante la ley, pero funcionan como motos.

La bici-moto.Berm Peak / YouTube

Tiene pedales, dos ruedas y cadenas. También un manillar y, en algunos casos, pata de cabra. Con todos estos elementos, estamos ante una bicicleta… ¿O no? Quizá cuando este tipo de vehículo es capaz de acelerar a velocidades inesperadas gracias a una carga eléctrica, estamos hablando de algo mucho más cercano a una moto. Pero si a nivel legal se considera bicicleta, entonces tienes un lío. Justo ese lío está dando muchos dolores de cabeza en Estados Unidos. Muchos jóvenes desean estas bicis tan especiales y muchos padres están desinformados. ¿Resultado? Mucha inseguridad en la carretera mientras las leyes miran para otro lado.

Lo primero de todo: esos pedales no funcionan. No sirven realmente para impulsar el vehículo y los pies se chocan en todo momento con la parte trasera, lo que deja claro que no están diseñados para utilizarse. En segundo lugar: tienen un acelerador en el manillar, siendo este el principal método para viajar. En tercer lugar: las ruedas son más anchas de lo habitual, diseñadas para otro tipo de viaje y uso. ¿Por qué son populares? Son baratas, son eléctricas y, para muchos, son una alternativa viable a comprarse un coche.

Los pedales son uno de los principales problemas, dado que son técnicamente funcionales. Al ser clasificadas como bicicletas por ello, no necesitan ni matrícula, ni registro ni licencia. Todo es, por tanto, completamente legal y accesible. Hasta para adolescentes de 14 años que, con suerte, usan casco de bici al montarlas. Es positivo que existan vehículos eléctricos accesibles que puedan provocar un cambio en la movilidad urbana, pero es necesario que se adhieran a la norma y no pongan en peligro a sus usuarios, especialmente los más jóvenes. Y, dada su popularidad al otro lado del charco, cabe preguntarse qué puede pasar en España cuando empiecen a aparecer por más ciudades.

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