AUTODESTRUCCIÓN EN DIRECTO

El triste y decadente circo de Simón Pérez y Silvia Charro: de las hipotecas a tipo fijo a fumar cocaína en directo

Ocho años después de aquel viral sobre hipotecas a tipo fijo, Simón Pérez y Silvia Charro protagonizan uno de los espectáculos más turbios que se pueden ver ahora mismo en internet. Drogas, violencia, destrucción en directo y más de 30.000 espectadores observando, entre el morbo y la impotencia, una caída sin frenos.

España lleva días enganchada a un espectáculo grotesco, autodestructivo y, sobre todo, triste en Twitch. Simón Pérez y Silvia Charro, conocidos por un vídeo de 2017 donde hablaban de economía en un evidente estado de alteración, han vuelto al foco mediático por razones muy distintas: emisiones en directo que rozan lo insostenible, con consumo de drogas, destrucción de objetos y delirios de todo tipo en puro directo.

En sus actuales retransmisiones —algunas en Twitch, otras en canales alternativos tras varios cierres—, Simón fuma pasta base, lanza microondas y pide armas "por si acaso". Silvia, a su lado, observa, ríe o simplemente calla. Lo que ocurre frente a la cámara es un retrato crudo del deterioro físico, mental y económico de una pareja que llegó a fundar una asesoría financiera, e incluso una empresa de cannabis en Macedonia del Norte, hoy disuelta entre deudas y denuncias.

La decadencia se transmite en directo a más de 30.000 espectadores que no son simples seguidores, sino quienes dirigen el espectáculo. Retos, donaciones y comentarios funcionan como una especie de guion improvisado. La caída, sin embargo, no es repentina. Tras su fama inicial, la pareja intentó mantenerse a flote con vídeos virales, confesiones sobre sus adicciones y proyectos fallidos. Pero hoy viven rodeados de electrodomésticos rotos, apuestas ilegales y señales constantes de alarma. Hace unos días, varios conocidos que entraron en directo se mostraron visiblemente impactados por las condiciones en las que viven.

Este fenómeno no solo refleja la crudeza de algunas dinámicas de internet. También plantea preguntas incómodas sobre los límites del entretenimiento y la responsabilidad colectiva ante una deriva que, a cada minuto, parece más irreversible. Simón y Silvia ya no buscan explicar la economía: son el ejemplo más extremo de cómo la viralidad puede devorarlo todo.

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