A DEBATE
El tuitero Carlos Adams ha recibido una buena cantidad de críticas por cuestionar a las personas jóvenes que dicen no querer tener hijos porque no son viables con sus sueldos actuales. ¿Es cuestión de economía, o más bien se trata de una incompatibilidad en los estilos de vida?
No hay más que echar un vistazo a la tasa de natalidad para darse cuenta de que los españoles llevan ya varias décadas teniendo muy pocas ganas de traer niños al mundo. Cuanto más tiempo pasa, más son los jóvenes que dicen no estar preparados para tener hijos, y la escasez económica es uno de los argumentos más utilizados para explicar esta falta de motivación. El tuitero Carlos Adams ha pasado a estar en el ojo del huracán después de criticar a las personas que dicen no querer tener hijos porque con sus sueldos no se lo pueden permitir.
Muchos de los que se han cruzado con este tuit tan viral no han acabado de entender el punto al que Carlos Adams quería llegar: no se está metiendo con las personas que no quieren tener hijos, sino con aquellas que utilizan la situación económica nacional como excusa para no tenerlos, cuando tienen ingresos suficientes para mantener a una o varias criaturas. Es cierto que cada cual tiene sus prioridades, y el derecho absoluto a invertir su tiempo y su dinero en aquello que le apetezca hacer; pero lo que no es justo es resguardarse en el panorama económico actual para echar balones fuera y no responsabilizarse de la baja tasa de natalidad.
Hay quienes han respondido al asunto con opiniones muy tremendistas al respecto de la terrible situación política internacional, y a cómo les están "haciendo un favor" a los niños del futuro evitando que nazcan. Por suerte, muchos se han encargado de recordar que la vida es una oportunidad demasiado buena de hacer cosas increíbles como para que una predicción negativa del porvenir afecte a la disposición de los jóvenes a tener descendencia. Es probable que la baja tasa de natalidad se deba simplemente a la pereza y al cambio en el orden de prioridades de las personas. ¡Y no hay nada de malo en ello, siempre y cuando uno no se escude en sus circunstancias económicas para justificar una decisión que tomó por absoluto individualismo!