SEIS MONA LISAN'T
En un mundo hipervigilado es imposible pensar en un robo de grandes obras de arte dentro de los museos contemporáneos. Sin embargo, a inicios del siglo XX, tuvo lugar el robo de arte más grande de la historia, realizado de la forma más simple que se te ocurra en una calurosa jornada de París.
"Veni, vidi, vici" dicen que decía Julio César. Seguramente no haya sido el único en la historia que lo haya pensado y se nos ocurre, como poco, un nombre más: el de Vincenzo Peruggia. Este nombre de un joven italiano seguramente no os suene de nada, pero sus actos tuvieron consecuencias que elevaron a la Mona Lisa a una de las obras más importantes y protegidas de nuestro tiempo. Y es que él fue el hombre que la robó, en un día cualquiera de 1911, con un método tan sencillo que parece irreal: entrar, cogerla y salir como si nada.
La secuencia en detalle es como sigue: entró en domingo, disfrazado como empleado del Louve. El lunes no se abría al público, así que esperó hasta las 7 de la mañana siguiente. Salió y, con toda la calma, fue a por el cuadro, que en aquel entonces se exhibía junto a otros sin problema. Lo descolgó, se fue a un sitio seguro y lo sacó de su marco. Lo tapó con una tela blanca y salió del edificio como si tal cosa. Hasta la tarde del día siguiente nadie se dio cuenta del robo, porque justo estaban teniendo lugar fotografías oficiales de las piezas y era normal que estuvieran algunas descolgadas. Cuando se dio la alarma, comenzaron dos años de búsqueda de la Gioconda.
Se ofrecieron 250 mil dólares de recompensa por cualquier información y entre los principales sospechosos se encontraban Pablo Picasso y JP Morgan. El propio Vincenzo Peruggia fue interrogado, pero no encontraron nada: tenía la pieza escondida en un falso fondo de un cofre a muy pocos kilómetros del Louvre, en su propio apartamento. Finalmente, en 1913, escribió a unos mercaderes de arte en Florencia, indicando que tenía el original y deseaba venderlo allí donde el maestro lo pintó. Se reunió en un museo con los compradores, pero fue una trampa y una hora más tarde llegó la policía.
La leyenda aumenta, eso sí, cuando una revista estadounidense ofreció una entrevista a Eduardo de Valfierno en los años 30. En ella aseguraba que era el autor intelectual del robo, habiendo contratado a Peruggia y habiendo vendido seis falsificaciones de la Gioconda en Estados Unidos justo después de anunciarse el robo. Un negocio casi redondo por el que se habrían embolsado varios millones… pero envuelto en la incertidumbre y la rumorología.