SE NOS VA LA OLLA
Cada vez es más habitual toparse en redes con vídeos que parecen salidos de un sueño —o de una pesadilla digital—. No son reales, pero lo parecen. Son piezas creadas con inteligencia artificial que acumulan millones de visualizaciones en cuestión de horas. El fenómeno ya tiene sus ejemplos más icónicos.
El contenido generado por inteligencia artificial ha dejado de ser una curiosidad tecnológica para convertirse en un elemento dominante de la cultura viral. En las últimas semanas, las redes sociales se han llenado de vídeos creados con IA que combinan humor, delirio visual y un realismo desconcertante. El usuario René Remsik ha recopilado en un hilo de X algunos de los ejemplos más impactantes y compartidos. La selección ayuda a entender por qué este tipo de contenidos están atrapando a millones de usuarios.
Uno de los más comentados muestra a una mujer obesa participando en unos supuestos Juegos Olímpicos: salta desde un trampolín y el montaje, pese a lo caricaturesco, ha alcanzado 50 millones de visualizaciones en apenas 24 horas. En otro, dos mujeres se sientan en un sofá que las ataca y engulle, generando casi 40 millones de visitas en Instagram. Ambos han sido obra del colectivo Charmbusters, especializado en contenidos absurdos y muy virales.
Hay más. Un muñeco de pan que se come a otro pan, acumulando más de 100 millones de visitas, o un pato atropellado que es rescatado por un gato montado en una moto, como si de un héroe de acción felino se tratara. Las Olimpiadas felinas también tienen su lugar: un vídeo de un gato que salta desde un trampolín con una edición tan realista como ridícula ha triunfado en TikTok y X.
No faltan ejemplos más extremos, como personas esquiando sobre lava, persecuciones entre policías corruptos o animales gigantescos, como un tiburón que parece sacado de una película de ciencia ficción. Incluso los vlogs protagonizados por un supuesto Bigfoot o un mono parlante han cosechado millones de visitas, alimentando una mezcla de asombro y confusión.
Lo cierto es que estos vídeos no solo entretienen: también difuminan las fronteras entre lo real y lo generado artificialmente. Y mientras el algoritmo premie lo inesperado y compartible, la IA seguirá ganando terreno en nuestras pantallas.