El aterrador momento en que un estudiante de piloto abre la puerta de un avión en el aire
Su marido le tira una cafetera a la cabeza y el juez le pregunta si el café estaba frío o caliente
Lo que le pasó a Rosa ya había pasado anteriormente. Su pareja la sacó de casa y se quedó dentro con el bebé de ambos, pero otras veces ella pudo lograr entrar. Sin embargo esta vez decidió llamar a la policía para que mediara.
Esto, contado en frío, puede parecer una riña más. Sin embargo la relación de Rosa hacía ya mucho tiempo que había pasado la línea de las discusiones, y lo que su pareja ejercía sobre ella era auténtica violencia, descontrolada y desmedida.
Óscar (no es su nombre real) no siempre fue así, de hecho ambos vivieron suficientemente tiempo bien como para decidir tener un bebé y formar una familia. Lo última que habría imaginado Rosa es que un día acabaría llamando a la policía para que le permitan volver a entrar en su propia casa.
“Cuando la policía llegó a casa, Óscar siguió sin querer abrir la puerta, así que desde fuera la policía amenazó con entrar por la fuerza. Yo en ese momento empecé a gritar, solo podía pensar en que dentro estaba mi bebé, y no paraba de ver las armas de los policías, fue un momento muy duro".
"Pero la policía me trataba con todo cuidado, me sugerían que esperara en el rellano, y me decían que todo se solucionaría, una mujer policía se quedó conmigo en todo momento, y cuando Óscar abrió la puerta, me trajeron al bebé y fue ahí cuando me tranquilicé. Después sacaron a Óscar, esposado, y se lo llevaron a la comisaría”, recuerda Rosa.
Fue muy rápido, apenas 5 minutos, que a Rosa le parecieron horas.
A la casa de Rosa acudieron varios coches patrulla, ahora no sabría recordar cuantos, pero cree que fueron tres. Ella siempre estuvo acompañada de una mujer policía y cuando Óscar fue llevado a comisaría, le sugirieron que le denunciara, Rosa accedió, y le llevaron a comisaría.
En ese momento ella no sabía qué hacer, ella recuerda que estaba como atontada, era una situación que le superaba totalmente y se le mezclaba en la cabeza la tensión del momento, la preocupación por no tener a nadie a quien dejar el bebé en esta situación, y el miedo a que las consecuencias legales para Óscar sean un camino de no retorno.
Decidir si denunciar o no a tu pareja
La policía tenía que denunciar igualmente a Óscar pues habían entrado en casa a la fuerza, y la oposición de él hace necesario que la propia policía deje constancia de que lo que ocurrió fue un incidente violento.
Fue en este momento cuando la propia policía preguntó a Rosa si Óscar le había pegado alguna vez, si le había dejado fuera de casa otras veces, con qué frecuencia él tomaba alcohol, si le insultaba, etc.
“Cuando me vi respondiendo a estas preguntas fue el momento en el que realmente me di cuenta de que lo que había pasado era muy grave”, recuerda Rosa. Gracias a este momento, ella se decidió a denunciar.
“Denunciar es una experiencia horrible, sobre todo cuando has estado intentado disculpar el comportamiento de tu pareja durante tanto tiempo, la policía te plantea una batería de preguntas que ahondan en toda tu relación, ellos lo hacen para ver si tu caso se adapta a la violencia de género o no, mientras tu vas dándote cuenta de en qué situación estás viviendo, entre el miedo de que a él le pase algo, y la esperanza de que las cosas cambien”, explica Rosa.
¿Qué es violencia de género y qué no?
Si ahora dos desconocidos, hombre y mujer, discuten en la calle y él llega a pegarla, no es violencia de género, es agresión. Pero si un hombre agrede voluntariamente a una mujer porque en la propia discusión se entiende que él le considera a ella de su propiedad, porque además hay un vínculo familiar, o doméstico, entonces sí existe ese tipo de violencia. Además, el tipo de relación debe remontarse a un tiempo determinado, entre 6 y 12 meses como mínimo.
Fue en esta primera noche en la comisaría, cuando Rosa denunció a su pareja, cuando la propia policía le explicó cómo podría poner en marcha una orden de alejamiento, como acceder a los abogados de oficio, las ayudas económicas que podría solicitar y los métodos de protección que podrían poner en marcha en su caso.
Aunque Rosa sabía que Óscar no iba a regresar a casa esa noche, decidió ir a dormir con su bebé a casa de unos amigos. Al día siguiente se celebró el juicio rápido, para determinar si se justifica que él esté en el calabozo o no, y si es un peligro. En este juicio rápido Rosa tuvo que explicar de nuevo todo, y reconoce que lo hizo minimizándolo todo, porque estaba muy impresionada por la situación.
“La verdad es que todo lo protegida que me sentí por la policía, no lo sentí igual con los jueces. El juicio fue para mí muy duro. Me hicieron preguntas sobre cómo había transcurrido el día, paso a paso. Yo les conté que aquella tarde yo me había hecho un café, y que en la discusión Óscar me tiró la cafetera a la cabeza".
"El juez me preguntó: ¿pero el café estaba caliente o frío? Le dije que realmente el café hacía tiempo que estaba hecho, que estaba frío, y el juez le restó importancia. Cuando en un juicio el juez le resta importancia a este hecho, y tu te ves temerosa y en plena lucha contigo misma por intentar entender tu propia situación, llegas a pensar: tal vez todo lo que me pasa no es tan grave”, recuerda Rosa.
Después del juicio rápido dejaron en libertad a Óscar, pues solo se pretendía determinar si él era una amenaza para la seguridad de Rosa y si no lo era, sacarle del calabozo. Les dieron una nueva cita para dentro de 20 días, para un juicio donde de verdad se juzgue si ha sido violencia de género.
Seguir viviendo a la espera de un juicio
Rosa se quedó durante ese tiempo en casa de unos amigos, le costaba regresar a casa, pese a que Óscar se fue a vivir a otro sitio temporalmente. Él se puso en contacto con ella varias veces para disculparse y para explicarle que ambos estaban muy cansados, en general, por el bebé, el estrés diario, y que esto no es para tanto. Rosa quería creerle.
En el segundo juicio, el de verdad, acabó sin conclusión, porque la resolución se emite 10 días después. Rosa y Óscar regresaron a vivir a casa, aunque era una situación tensa y muy incómoda, pues ambos sabían que en unos días un juez daría su parecer a su relación, mientras ellos debían seguir su vida. Y sin embargo, Óscar no bajó el ritmo de su violencia durante aquellos días, su carácter continuó siendo el que era.
“Muchas mujeres hacemos lo mismo en este primer juicio, luego me enteré. Lo que queremos es que a él no le juzguen porque tememos lo que le pueda pasar. De verdad crees que él va a cambiar, y no quieres causarle más problemas, ni a él ni a la relación. Así que no declaré para no hacerle daño. Sin embargo, Óscar, que se negó a escuchar a su abogado, lo contó todo, y eso fue lo que provocó que la condena consistiera en 2 años de orden de alejamiento, y 6 meses de trabajos comunitarios”.
Después de haber esperado la resolución del juicio 10 días que de facto se convirtieron en 15, la condena le obligaba a dejar su casa. Rosa le pidió que se fuera, pero Óscar no quería, y la situación se hizo insostenible, la violencia crecía por minutos y en cuestión de dos días la casa de Rosa y Óscar era un polvorín a punto de explotar.
“Él golpeaba las puertas y daba patadas a los muebles por cualquier cosa, me insultaba. Aquel día yo estaba preparando al bebé para darle un paseo y descubrí que él había cogido mi teléfono lo había usado para amenazar a mis amigos, incluso llamó a mi abogada (de oficio). Salí de casa, pero él me siguió, me encontró cogió al bebé y le explicó que yo quería meterle en la cárcel y que toda la culpa era mía”. El bebé tenía 6 meses.
Óscar se fue a la comisaría con el bebé, para “entregarse”. La escena era absurda, casi fruto del caos y la desesperación. Rosa le persiguió por la calle para que le devolviera al bebé, sin embargo Óscar se movía como un autómata, rumbo a la comisaría, con el bebé en brazos. “Me vengo a entregar”, dijo él al llegar, el policía se rió. Rosa le explicó “Tiene una orden de alejamiento, y no se quiere ir de casa”. El policía le dio al bebé a Rosa. En ese momento Óscar salió corriendo a la calle, se escapó. “¿Ahora qué hago?”, recuerda Rosa.
Rosa aceptó denunciarle, ese fue el consejo de la policía. Habló con una abogada de oficio que le preguntó: dime lo que quieres hacer, no como si no me conocieras de nada, de verdad, como si fuéramos amigas ¿qué quieres hacer?. Rosa respondió: quiero que nos deje en paz, no quiero que le pase nada malo, pero quiero que esto acabe y estar tranquila con mi bebé.