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¿VIVIMOS EN UNA SIMULACIÓN INFORMÁTICA?

¿Y si viviéramos realmente en un universo tipo Matrix?

El mundo real parece real pero tal vez todo esto esté transcurriendo dentro de una simulación informática creada por una civilización posthumana muy avanzada tecnológicamente. La idea no es tan descabellada y ha sido tratada por diferentes filósofos y científicos. Así que hay que ir atentos para detectar los fallos en el programa.

Warner Bros. Neo, personaje de la película Matrix

Parece tan real… ¿verdad? El viento, los árboles, los coches, los turistas, las redes sociales. Puedo uno tocar el mundo con las manos y, dentro de él, sentir con fuerza la propia identidad, la atalaya desde la que nos asomamos a la realidad. Pero, ¿y si la realidad no fuese la realidad? ¿y si nosotros no fuéramos nosotros mismos, sino una especie de personaje creado por ordenador en un mundo virtual?

La idea puede parecer descabellada, objeto de obras de ciencia ficción (de alguna manera, los habitantes de ‘Matrix’, a pesar de tener una existencia física vivían atrapados en un mundo virtual del que no eran conscientes), pero hay quien se la ha planteado con seriedad.

Uno de los últimos es el célebre visionario y empresario tecnológico Elon Musk, quien ha declarado que solo existe “una posibilidad entre miles de millones” de que el universo que nos rodea sea real. Se inspira en el rápido desarrollo de las técnicas de Realidad Virtual y de videojuegos cada vez más indistinguibles de la experiencia cotidiana. Podríamos estar viviendo dentro de una versión avanzada de ‘Los Sims’.

Otros nombres nada desdeñables que opinan de manera similar son el físico Alan Guth, padre de la teoría inflacionaria del Universo, el filósofo transhumanista Nick Bostrom, que la ha llamado Hipótesis de la Simulación, o el ingeniero de Google Ray Kurtzweil, teórico de la Singularidad Tecnológica.

“A lo mejor todo nuestro universo es un experimento de ciencia de un estudiante de secundaria en otro universo", ha dicho este último

La idea de la Hipótesis de la Simulación ha tenido versiones anteriores en la historia del pensamiento. El célebre mito de la caverna de Platón presentaba a la humanidad presa en una cueva donde solo podían ver las sombras del mundo real, que era el mundo de las Ideas, que se extendía fuera.

El “genio maligno” que imaginó Descartes era un dios que había creado un mundo en el que vivíamos engañados. El experimento mental del “cerebro en la cubeta” nos hace imaginarnos como un cerebro en un laboratorio al que los científicos locos estimulan para que perciba la realidad tal y como la percibe. Pero la única realidad es que es un cerebro manipulado, metido en una cubeta. Es una forma de solipsismo: solo existe la propia mente, todo lo demás es ilusión.

En el artículo de Bostrom ‘¿Estás viviendo en una simulación informática?’, publicado en 2003, el filósofo se imagina que la humanidad llega a dar el salto a la posthumanidad y es capaz de realizar simulaciones informáticas de su propio pasado, en cuyo interior vivirían seres con inteligencia artificial.

Nosotros seríamos esos seres. Dado que esa supuesta civilización podría crear miles o millones de estas simulaciones, y dado que solo hay una realidad, lo más probable es que este mundo fuera una de esas simulaciones. Hay un detalle no baladí: para que todo esto se diese la civilización que crease las simulaciones tendría que avanzar tecnológicamente lo que fuera necesario sin destruirse antes a sí misma.

También se contempla la posibilidad de que nuestra civilización cree, a su vez, sus propias simulaciones, o que la civilización que ha creado la nuestra haya sido creada por otra, en una especie cadena de realidades, como muñecas rusas, que difícilmente nos cabe en la cabeza.

Así que hay que ir bien atento por la vida tratando de detectar los fallos que ha cometido este estudiante en su proyecto: tal vez la proliferación turística o la cuenta de Twitter de Trump sean algunos ejemplos. O, sin ir tan lejos, puede que esos fallos en el programa sean las conocidas inconsistencias de las leyes físicas.

Algo así señaló el matemático de Cambrigde John D. Barrow: si el Universo fuera una simulación informática podríamos encontrar sus fallos; igual que nuestros sistemas informáticos, la realidad necesitaría actualizaciones. Por ejemplo, valores constantes del mundo físico, como la velocidad de la luz o la constante de gravitación universal, podrían variar.

Por el momento no se ha visto tal cosa. Algunos científicos tratan de averiguar si el universo es simulado observando los rayos cósmicos de alta energía que llegan a la Tierra: si no llegaran por igual de todas direcciones, si su distribución fuera desigual, podría significar que el universo no es real. Aunque nuestros dioses/simuladores también podrían manipular el universo a su antojo para que no encontrásemos ninguna pista.

Otros científicos creen que la prueba de que estamos en una realidad diseñada es que todo encaja de forma perfecta en el Universo, que las constantes universales sean tales que permitan la vida. “En todo caso, es muy difícil -si no imposible- encontrar evidencia sólida que demuestre que estamos en una simulación”, escribe el divulgador Phillip Ball en la BBC, “quizás nunca lo sabremos, porque nuestra mente no está lista para afrontar esa tarea. Después de todo, diseñas a unos agentes en una simulación para que funcionen dentro de unas reglas, no para que las subviertan”.

Por supuesto, también hay posturas escépticas con estas hipótesis. “Sin evidencia empírica o implicaciones testables, este argumento no es ciencia, ni siquiera especulación científica”, escribe Peter Kassan en la revista escéptica estadounidense ‘Skeptic’.

Si no hay ninguna oportunidad de verificarlo y no existe ninguna diferencia entre el universo simulado y el real, “el argumento es peor que erróneo, es un sinsentido”. Para el escéptico un ordenador tan fabuloso como para simular nuestro Universo entero debería llamarse “superdupercomputadora” y duda de que fuera capaz de generar conciencias como las nuestras, porque el cerebro no es un ordenador y no todas sus facetas pueden ser computables (lo que es conocido como la hipótesis de la Inteligencia Artificial Fuerte).

“Si creyésemos que somos simulaciones, ¿cómo deberíamos comportarnos? ¿Deberíamos tratar a los demás como si fueran un fragmento de la imaginación de otro, manipulándolos sin escrúpulos para nuestro beneficio o placer?”, escribe Kassan, que también se pregunta si entonces deberíamos vivir asumiendo cualquier riesgo, ya que podríamos vivir en otra simulación o ser reiniciados.

O si deberíamos permanecer siempre en la cama, ya que nada es real. Su respuesta es negativa: “Prefiero vivir mi vida asumiendo que yo soy real, y que usted también lo es”.

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