PEQUEÑAS MENTIROSAS
A nuestros padres les queremos y les adoramos, pero cuando éramos pequeños también les engañábamos. En nuestra inocencia infantil podíamos pensar que nuestras mentiras eran realmente efectivas, pero lo cierto es que diez de cada nueve veces nos pillaban. Estas son solo algunas de esas mentiras que, sí, por supuesto que dijiste.
En verdad a nadie le gusta tomar medicinas. Es un rollo, no saben bien y, si encima eres enfermo crónico, estás con ello durante toda tu vida. Pero, cuando éramos pequeños, había una excepción a esta regla. Y es que el Dalsy era una medicina mágica que sabía a naranja y nos alegraba el día. Así que, en pos de pasar una buena jornada, ¿quién no fingía alguna tos para poder tomar alguna dosis de más? Lo teníamos perfectamente controlado.
Cuando somos pequeños tenemos mucha energía, como caniches hiperactivos en un parque. Pero, en cuanto se nos agotaba, no había quien nos moviera. Teníamos piernas muy cortitas, después de todo. En esos casos nuestros padres nos cogían en brazos y nos llevaban de vuelta a casa. Claro, era muy cómodo, ¿así que por qué no fingir alguna que otra vez para que nos lleven en brazos? Hermana de esta mentira es fingir ir dormido, lo cual era más fácil tras un viaje en coche.
El cine nos ha contado grandes mentiras que se han visto integradas en nuestra cultura popular. Tener un perro te podía convertir en alguien muy popular y llenar tu día a día de jolgorio y alegría. También era bastante útil cuando necesitabas una excusa rápida para el colegio. ¿No habías hecho los deberes? Ven aquí, Toby, pégale unos mordiscos a estos folios y decimos que te los has comido tú. ¡Buen chico!
A veces necesitábamos cosas. A veces esas cosas no iban a ser bien recibidas por nuestros progenitores. Y en esos momentos había que salir a jugar. ¿Tu padre iba a recibir con el morro torcido lo que ibas a decir? Ve con tu madre. ¿A ella no le iba a gustar? Ve con tu padre. Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda y que la trampa se cierre antes de que puedan evitarlo. No era la táctica más eficaz, pero desde luego es una que todos hemos intentado.
Sí fuiste tú.