NUEVO DISCO

Crítica de Lux: Rosalía erige una torre de Babel pop entre lo divino y lo orquestal

Tres años después de Motomami y siete años después de El Mal Querer Rosalía vuelve con un viaje espiritual con el que busca reinventar la música pop otra vez. Lux es maximalista, orquestal, pop, flamenco, intenso y una torre de Babel todo a la vez.

Si algo sabe hacer Rosalía mejor que nadie es reinventarse, innovar, cambiar, evolucionar y seguir siendo brutalmente original y relevante. Su debut, Los Ángeles, fue oscuro, profundamente emocional y con un flamenco desnudo. El disco que la encumbró, El mal querer, fue una fusión revolucionaria de flamenco y música urbana, con una producción minuciosa y una narrativa conceptual. Después se reinventó con Motomami, explosivo, experimental, minimalista y con una mezcla de reguetón, electrónica, jazz y vulnerabilidad pop.

Ahora vuelve tres años después con Lux, hasta ahora el proyecto más ambicioso y poderoso de su carrera. Un disco majestuoso, espiritual y desbordante: una apuesta por el maximalismo orquestal y el pop más trascendente de Rosalía.


Un trabajo complejo, compuesto por 18 canciones divididas en cuatro movimientos, que combina coros sacros, arreglos sinfónicos, bases electrónicas y toques flamencos con una mezcla de lenguas que refuerza su aire universal, casi litúrgico.

Lux es un disco en el que lo divino y lo humano conviven, una obra nacida del estudio teológico que propone un viaje entre la fe, la duda y la búsqueda de sentido a través de la música.

Rosalía indicó por primera vez que estaba trabajando en nuevo material durante la semana promocional de Motomami, afirmando que ya estaba "esbozando ideas" para su cuarto proyecto. Tres años después tenemos este trabajo gigantesco que, según la artista, ha sido creado en un 97 % por ella misma. Un largo proceso en el que gran parte del tiempo se dedicó a investigar la parte teológica y espiritual, así como las vidas de distintas "santas" como Juana de Arco, Miriam, Olga de Kiev, Santa Rosa de Lima, Santa Teresa de Ávila, Hildegarda de Bingen, Ryōnen Gensō y Rabia al-Adawiyya.

Por otro lado, aprendió a escribir y cantar en varios idiomas, a menudo comenzando con experimentos en Google Translate antes de presentar borradores a traductores profesionales, profesores de fonética y colegas de la industria musical. Hablando sobre el proceso, Rosalía dijo: "Se trata mucho de intuición y de intentar decir: 'Voy a escribir y veamos cómo suena esto en otro idioma'".

Tres años de trabajo personal e individual, junto a los productores y técnicos Dylan Wiggins, Jake Miller y Noah Goldstein. Todo coronado con tres días de grabación en Londres junto a la Orquesta Sinfónica de Londres, bajo la dirección de Daníel Bjarnason, para vestir de música clásica las canciones.

El resultado es una torre de Babel musical completamente apabullante. Uno de esos discos que te hacen explotar por completo la cabeza y que necesitas escuchar varias veces con detenimiento solo para empezar a comprenderlo en toda su magnitud y profundidad.

Primer Movimiento

El primer movimiento de Lux funciona como un prólogo celestial al mismo tiempo. Desde la apertura con Sexo, violencia y llantas, Rosalía establece el tono orquestal, solemne y espiritual del disco: un estallido de cuerdas, pianos y coros. Es una introducción poderosa que define el universo sonoro de Lux, donde lo sagrado y lo profano se abrazan sin miedo.

Después llega Reliquia, la pieza más pop y pegadiza del álbum, en la que Rosalía repasa los lugares que la han marcado —de Sant Esteve a Los Ángeles, de Tokio a Sevilla— con un estribillo luminoso que actúa como mantra de pertenencia. En Divinize, personalmente una de las más impactantes del disco, la artista desata toda su potencia sobre una base que va creciendo acelerada hasta el éxtasis sonoro. Porcelona baja el pulso con delicadeza y pureza melódica, antes de cerrar el bloque con Mio Cristo Piange Diamante, un intento hermoso de aria contemporánea donde Rosalía se atreve a cantar como si estuviera en la ópera, llevando su espiritualidad al límite.

Segundo Movimiento

El segundo movimiento de Lux es el más experimental y mestizo del disco, un terreno donde Rosalía mezcla orquestas con toques latinos sin perder su raíz flamenco que hace acto de presencia. Arranca con Berghain, la más orquestal y monumental, cantada en alemán y con las colaboraciones de Björk y Yves Tumor: un himno de intensidad casi operática que une electrónica, cuerdas y dramatismo puro. En La Perla, junto al grupo regional Yahritza y Su Esencia, la artista tiende un puente entre lo sinfónico y lo latino, creando una de las piezas más emotivas y poderosas del álbum y otra de mis favoritas. Mundo Nuevo baja el pulso con un guiño al flamenco de sus inicios, recordando su esencia más orgánica, mientras que De Madrugá recupera una vieja composición suya adaptada al presente, demostrando cómo su pasado y su evolución pueden convivir en perfecta armonía.

Tercer Movimiento

En el tercer movimiento de Lux Rosalía se aleja de lo celestial para explorar la pasión, la carne y la vulnerabilidad. Abre con Dios es un stalker, una pieza irónica y brillante en la que la artista juega con la obsesión divina y el deseo humano sobre una base electrónica y coral que roza el sacrilegio pop. Le sigue La yugular, cantada parcialmente en árabe, donde las cuerdas se tensan como un latido violento mientras Rosalía canta sobre un amor tan intenso que "destrozaría el cielo y derrumbaría el infierno". En Focu ’ranni y Jeanne, disponibles solo en formato físico, se atreve con el siciliano y el francés, expandiendo aún más su torre de Babel musical. Sauvignon blanc actúa como un breve respiro etéreo, un interludio líquido y elegante antes de que el movimiento se apague con la solemnidad de Jeanne, inspirada en Juana de Arco, su particular plegaria final al amor y al dolor.

Cuarto movimiento

El cuarto movimiento de Lux cierra el disco con un aire más íntimo y terrenal, un bloque donde Rosalía se permite explorar lo político, lo personal y lo emotivo. Novia Robot, disponible solo en las ediciones físicas, es la canción más pop y directa del álbum, con tintes políticos y feministas, en la que concluye cantando: “Guapa para Dios. Solo guapa para mi Dios”. A continuación, La Rumba del Perdón se convierte en uno de los momentos más altos del disco, con las voces de Silvia Pérez Cruz y Estrella Morente fusionándose como una santa trinidad en esta rumba donde los roles se invierten y la tradición se reinventa.

El movimiento baja ligeramente el pulso con Memoria, un fado portugués compuesto por Carminho que aporta una dosis de saudade y melancolía, en la que las almas de las voces se funden para pedir no olvidar. Finalmente, Magnolias pone el broche de oro a Lux: la espiritualidad se eleva al cielo y Rosalía se enfrenta su propio funeral: "Yo que vengo de las estrellas, hoy me convierto en polvo para volver con ellas". Este último movimiento resume la intensidad, la globalidad y la ambición de un álbum que se despliega como un viaje completo entre lo humano y lo divino.

Client Challenge

Hay veces que el hype está justificado, y este es uno de esos casos. Críticos de medio mundo están poniendo el disco por las nubes, y no es postureo. Rosalía es la artista más grande que tenemos en nuestro país, y con Lux ha vuelto a demostrarlo. No sé si estamos ante su obra maestra —eso lo dirá el tiempo—, pero sí ante un disco que se mide de tú a tú con El mal querer, y que brilla por su riqueza, profundidad y creatividad innegables.

Client Challenge
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